Page 43 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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Príamo suplicándole le dijo:
                «A tu padre recuerda,
                Aquiles a los dioses semejantes,
                que como yo es de viejo y ya se encuentra
                en el umbral de la vejez funesta;
                quizás también a él
                le estén atenazando
                vecinas gentes que alrededor moran,
                sin que nadie allí haya que le aparte
                la perdición y ruina que le causan.
                Mas la verdad es que aquél, en escuchando
                que tú sigues con vida,
                se alegra en sus entrañas
                y espera día a día
                volver a ver al hijo muy querido
                de Troya regresando:
                yo en cambio soy del todo infortunado,
                puesto que padre he sido
                de hijos excelentes
                que me nacieron en la ancha Troya,
                y de ellos afirmo que ninguno
                ahora me queda.
                Cincuenta yo tenía
                cuando hasta aquí llegaron
                los hijos de los varones aqueos;
                diecinueve de un solo vientre eran
                que a mí me los pariera,
                los demás mis mujeres en palacio
                me los iban pariendo unos tras otro.
                A muchos de ellos Ares impetuoso
                la fuerza desató de las rodillas;
                y al que ya sólo para mí quedaba,
                aquél que defendía
                la ciudad y a sus propios moradores,
                tú anteayer lo mataste
                cuando estaba luchando por su patria,
                Héctor, por quien ahora yo me llego
                junto a las naos aqueas,
                para, así, de tus manos rescatarlo,
                y por eso aquí traigo yo conmigo
                infinitos rescates.
                Mas, iea!, a los dioses ten respeto,
                Aquiles, y piedad de mi persona,
                recordando a tu padre,
                si bien de compasión soy yo más digno,
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