Page 109 - ¿Y si quedamos como amigos?
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extensión del paisaje, las abruptas montañas y las oscuras aguas. Nunca había pensado
que mi urbanización de Milwaukee fuera una jungla de asfalto, pero comparada con
Irlanda, parecía Manhattan. Volvía a casa y preparaba el desayuno para mis abuelos. A
continuación, o me sentaba en el jardín a leer o acudía a uno de los restaurantes del
pueblo para echar una mano en la cocina. Estaba decidida a preparar un pescado con
papas fritas “como Dios manda” para todos cuando volviera a casa. O iba a comprar
helado a Murphy’s. De ahí la necesidad de hacer ejercicio a diario.
O daba una vuelta con Liam.
Lo que no pasó desapercibido.
—Y bien —la abuela enlazó el brazo con el mío cuando fuimos a dar nuestro paseo
diario—, ese Liam es un muchacho simpático. Parece que se llevan muy bien.
—Sí —reconocí.
No había mucho más que decir. Salíamos por ahí y nos divertíamos. Era una
distracción agradable.
Aunque en realidad me estaba engañando a mí misma. Liam era muy lindo y aquel
acento lo hacía aún más arrebatador, pero lo que menos me convenía era complicarme
la vida todavía más enredándome con otro chico. Ni siquiera sabía si yo le gustaba. Y
de ser así, sin duda se debía a que me veía como la típica chica misteriosa llegada de
tierras lejanas.
Se me escapó la risa.
—¿Qué te hace gracia? —me preguntó la abuela.
—Estaba pensando en lo bien que me han recibido en Dingle, comparado con el
recibimiento que tuvo Levi cuando llegó a la escuela.
—¿Cómo está Levi? No me has contado casi nada de él —escudriñé el rostro de mi
abuela y encontré allí los pómulos y los ojos de mi mamá. Me pregunté si mi mamá
habría tenido ese aspecto de haber llegado a envejecer—. ¿Macallan?
—Oh, muy bien —seguimos caminando unos minutos en silencio. Estoy segura de
que mi abuela creía que mi pensamiento había viajado hasta Levi, pero yo estaba
pensando en mi mamá. En lo mucho que le habría gustado estar allí con nosotras—.
Abuela, ¿piensas a menudo en mamá?
Ella se detuvo, y la tristeza inundó sus delicadas facciones.
—Cada minuto del día.
—Yo también —le confesé.
—Es importante recordarla. Si te viera ahora, estaría orgullosísima de ti, Calley.
Cada día te pareces más a ella —tendió la mano para acariciarme el pelo—. Olvidarla
sería lo peor que podríamos hacer. Y, créeme, con el tiempo duele menos evocar su
recuerdo.
Asentí. Aún me costaba mucho recordarla. Al principio, me quedé aturdida, luego me
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