Page 91 - ¿Y si quedamos como amigos?
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CAPÍTULO DIEZ
Qué distintas son las cosas cuando tu mejor amiga es una chica.
Si empiezas a lamentarte delante de tus amigos de que todas tus novias te ponen el
cuerno o de que besas fatal, ellos te molestarán, cambiarán de tema o te darán un zape.
En cambio, si te pones insistente con tu mejor amiga, te besa para hacerte callar.
Cuando sucedió, me quedé alucinando durante, digamos, 1.3 segundos. Y luego
decidí participar. Macallan besa de maravilla. Me sentí algo decepcionado cuando se
apartó y empezó a comportarse como si nada.
Para que luego digan que nosotros no nos clavamos cuando media el contacto físico.
Como es lógico, intenté que volviera a besarme, pero no funcionó. Le daba la lata
adrede y luego le decía: “Ay, será mejor que alguien me haga callar”. A continuación
fingía que iba a llorar. Macallan me ignoraba y seguía con lo que estaba haciendo.
Qué coraje.
Por fin llegó la primavera y con ella el buen tiempo. Y las carreras.
Aunque ya estábamos a mitad de temporada, yo aún me ponía nervioso antes de cada
competición. Para mí, eran muy importantes. Constantemente tenía que recordarme a mí
mismo que debía respirar. Luego sacudía las piernas. Oía las instrucciones y los gritos
de ánimo del público, pero yo mantenía la mirada al frente. Sólo pensaba en los
cuatrocientos metros que tenía por delante.
Oí el aviso y me coloqué en la línea de salida, listo para salir volando en cuanto
sonara el disparo.
Me sumergí en esa zona que se crea justo antes de empezar una carrera. Adquieres
“visión de túnel” y todo lo demás se desvanece. Te invade la calma mientras tu cuerpo
se prepara para echar a correr.
Oí el disparo y salí como una exhalación. Mis músculos reaccionaron de inmediato
después de tanto entrenamiento. Respiraba en ráfagas muy breves a la vez que empujaba
a mi cuerpo a avanzar cada vez más deprisa. Tomé la primera curva de la pista y vi que
seguíamos corriendo en grupo, pero cuando llegué a la mitad del trayecto sólo
quedábamos dos o tres. Utilicé hasta la última gota de mis energías para recorrer el
tramo restante. Estaba dispuesto a darlo todo.
Sabía que debía de estar cerca de la meta, porque sólo oía la voz de Macallan, que
gritaba más que de costumbre. Cuando crucé la línea, tardé varios metros en aminorar
el paso. Miré a mi alrededor y vi a Ian corriendo a mi lado.
—Por poco, hermano —resolló casi sin aliento.
Yo sólo pude asentir. Aún no me había recuperado.
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