Page 94 - ¿Y si quedamos como amigos?
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             —Oye —Andy me siguió a los vestidores—, ¿seguro que no puedo llevarla al baile
          de fin de curso, ni aunque te prometa portarme como un caballero?
             Negué con la cabeza. Ni en sueños.
             —Es una crueldad que me la restriegues onda “se mira pero no se toca”.

             “Bienvenido al club”, pensé.

          Tim y Andy me habían estado ayudando a practicar con el balón. Incluso Keith se había
          unido  a  nosotros  unas  cuantas  veces  y  afirmaba  que,  el  año  que  viene,  me  dejarían
          jugar, salir al campo y eso.

             Aquella era la vida que había soñado cuando llegué a Wisconsin hacía cuatro años.
          Tener amigos, ser popular. Me da igual si parezco superficial. Es la verdad.
             Íbamos a clase en grupo. Salíamos en grupo. Con mi grupo. Las chicas me prestaban
          más atención.

             Habían pasado dos semanas desde el día que Macallan y yo habíamos compartido
          aquel abrazo sudoroso y estaba con mis amigos celebrando la típica cena después de la
          competencia.
             —¡California! —Andy se puso a dar palmadas en la mesa.

             Tim se le unió a golpes de puño.
             —¡California campeón!
             Pronto, la mesa entera estaba entonando mi nombre.
             Agarré el licuado y me lo bebí de un trago. Ni siquiera noté el sabor y el frío me

          destrozó la garganta, pero no me importó. Los chicos me estaban vitoreando.
             —¡Hermano!  —se  rio  Andy—.  Qué  fuerte.  Veintiséis  segundos.  Machacaste  el
          récord de Tim.
             —No será la última vez —alardeé sin hacer caso del fuerte dolor de cabeza que me

          había provocado la bebida fría.
             Andy se irguió una pizca y se pasó las manos rápidamente por el pelo. Luego sacó la
          barbilla.
             —¿Qué tal, Macallan?

             Me di la vuelta y vi que Macallan acababa de entrar con Danielle. Se sentaron en una
          mesa de la esquina.
             —Ándale —me suplicó Andy—. Dile que se siente con nosotros.
             No sabría decir si la punzada que sentí fue porque aplasté el envase del licuado de

          un puñetazo o por la insistencia de Andy para que le facilitara el camino con Macallan.
             Andy interpretó mi silencio como una negativa.  Pensé que se había conformado…
          pero de repente se levantó de la silla y se acercó a su mesa.
             Sólo veía la mitad del rostro de Macallan mientras Andy se acercaba. Al principio

          pareció confusa y luego le dedicó una gran sonrisa. Andy le dijo algo que la hizo reír y


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