Page 97 - ¿Y si quedamos como amigos?
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             —¡Uy! —exclamé para aligerar el ambiente—.  Que me cuelguen si no se cree un
          cielo. Antes de que te des cuenta, te estará trayendo rosas a ti y a tu tía.
             Aguardé su respuesta. Permaneció unos instantes enfurruñada, antes de responder con
          voz apagada:

             —Pero, Buggy, yo no tengo tía.
             Me di media vuelta rápidamente. Me pareció más inteligente dejarla con una cita de
          Buggy y Floyd que quedarme allí discutiendo.
             En realidad,  Macallan y yo no nos peleábamos.  Nosotros no teníamos ese tipo de

          relación.
             Pero me marché con la sensación de que acababa de pelearme con ella.

          Cuando  el  segundo  curso  llegó  a  su  fin,  yo  estaba  ocupadísimo  con  el  atletismo,  el
          futbol y los exámenes finales, pero me prometí a mí mismo que, en cuanto acabaran las

          clases, le dedicaría un día entero a Macallan, como mínimo.
             Un día más y seríamos libres.
             Por mucho que me hubiera encariñado de mis amigos, empezaba a echar de menos a
          Macallan.  Cuando  estaba  con  ella,  podía  relajarme.  Es  verdad  que  éramos  un  poco

          ácidos,  pero  era  la  única  persona  con  la  que  podía  mantener  una  conversación  de
          verdad. Pensaba que si me ponía demasiado trascendente con los hombres, dirían que
          me estaba volviendo un chilletas.
             —¡Eh,  tú!  —Macallan  se  acercó  a  mí  después  de  clase.  Danielle  no  andaba  muy

          lejos—. Llevo toda la semana enviándote mensajes.
             —¡Hola! —empecé a guardar los libros en la mochila.
             —¿Vas a…?
             —¡Rodgers!  —bramó  Tim—.  ¡Me  las  vas  a  pagar!  ¡Qué  gran  exhibición  diste  en

          gimnasia!
             —¡Lo tienes claro! —le grité. Me volví hacia Macallan—. Perdona. ¿Qué decías?
             Parecía agobiada.
             —Me preguntaba si…

             —¡ALLÁ VA! —oí gritar a Keith. Me di media vuelta y cacé el balón al vuelo.
             —Señor Simon, las pelotas están prohibidas en los pasillos —lo regañó un profesor.
             —¡Perdón! ¡Perdón! —Keith se hizo el arrepentido hasta que el profesor le dio la

          espalda—. ¡Bien hecho, California! ¡Tenemos todo el verano para practicar!
             —¡Claro!
             Entrechocamos las palmas.
             Por fin recordé que Macallan intentaba decirme algo. Miré a mi alrededor pero no la

          vi por ninguna parte. Divisé a Danielle alejándose por el pasillo y la seguí.
             —¡Eh, tú! —le grité.


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