Page 100 - ¿Y si quedamos como amigos?
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          mismo seguiría llorando, sin que yo pudiera consolarla.

             Es que me había sacado de mis casillas.
             Detestaba  que  me  hiciera  sentir  culpable,  cuando  en  realidad  era  ella  la  que
          debería…

             O sea, era ella la que, bueno, quería…
             Estaba tan enojado que no podía ni pensar fríamente. Odiaba sentirme así. Me daba
          muchísimo coraje pensar que antes se lo contaba todo a Macallan y que ahora ya no
          podía.
             Me volvía loco. A veces hacía cosas que, sólo de pensar en ellas, me enfurecían.

             Su manera de tomarme el pelo.
             Su manía de dar por supuesto que yo debía estar a su entera disposición.
             Su costumbre de apoyar la cabeza en mi hombro cuando veíamos una película.

             Su forma de despeinarme para molestarme.
             Su manera de besarme y luego alejarse.
             Pensándolo bien, todo empezó en aquel momento. Después de aquel beso, empecé a
          sentir algo distinto por ella.
             Para Macallan, en cambio, no significó nada.

             ¿Por qué no significó nada para ella?
             ¿Por qué no pudo significar algo?
             ¿Por qué ella no…?

             Y entonces lo comprendí.
             Sé  que  a  veces  soy  un  poco  lento,  pero  ¿por  qué  diablos  me  había  costado  tanto
          entender lo que pasaba en realidad?
             Cuáles eran mis verdaderos sentimientos. Por qué estaba tan ofendido con ella. Por
          qué quería alejarme de Macallan. Por qué tenerla cerca se me hacía más y más difícil.

          Por qué me ponía nervioso cada vez que algún chico la mencionaba.
             En  cuanto  lo  reconocí,  supe  que  esta  situación  se  remontaba  a  muchísimo  tiempo
          atrás.

             Estaba enamorado de Macallan.
             Dejé  caer  el  balón  y  lo  dejé  allí,  en  el  suelo.  Keith  me  preguntó  qué  me  pasaba.
          Farfullé algo de que tenía que hablar con Macallan y eché a correr.
             Sabía que amor era una palabra muy fuerte para alguien de mi edad, pero era eso, ni
          más ni menos, lo que sentía. Lo que había entre nosotros.

             Y no quería echarlo a perder.
             Habíamos tocado fondo, y allí, en lo más profundo, yo había descubierto algo. La
          verdad.

             Corrí como alma que lleva el diablo. Aquel día no pensaba perder por una décima de
          segundo. Aquel día, habría dejado atrás al más rápido de los corredores. Porque en la


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