Page 108 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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Se levantó entonces, abrió un cofre que se encontraba al pie
del lecho y sacó una cajita de madera de cedro, cubierta de pla-
cas de oro, enriquecida de diamantes, de un brillo y una pureza
extraordinarios. La cerradura era, igualmente de oro, así como la
llave sobre la cual había caracteres jeroglíficos, grabados con un
arte admirable.
Abrió la cajita, y vi una gran cantidad de talismanes y ani-
llos con diamantes, sobre los cuales había grabado infinidad de
caracteres mágicos y cabalísticos. Era imposible mirarlo sin quedar
deslumbrado.
—Ya lo ves, hijo mío — ^dijo— cada uno tiene sus virtudes,
sus propiedades; pero para hacer uso de ellos, hay que conocerloa
así como la lengua de los sabios para pronunciar las palabras mis-
tcriosas que están grabadas encima. Yo te enseñaré todo.
Cogió un anillo
.—Empecemos por el "anillo evocador" .—repuso—. Ponte el
anillo en un dedo y el talismán sobre el corazón y pronuncia en se-
guida estas palabras "Siras, Etar, Tesanar" y verás sus efectos.
Apenas salieron estas palabras de mi boca, cuando vi aparecer
una multitud de espíritus, de figuras y formas diferentes, y el ge-
nio que había a mi lado, y que se me hizo visible me dijo:
—Manda, ordena; todos tus deseos serán satisfechos.
Y añadió el viejo.
—Si quieres que los espíritus desaparezcan, suelta el anill*
y el talismán.
Así lo hice, y todo se desvaneció como un sueño.
Entonces me dio otro anillo, el "anillo del amor", y me dijo:
— Este objeto, hijo mío, está destinado a hacerte amar de las
mujeres más hermosas; no habrá mujer que no se estime dichosa
en agradarte, y que no ponga en práctica todos los medios imagi-
nables para lograrlo.
— ¿Quieres que la más bella odalisca turca sea conducida cil
instante a tu presencia?
Mete este anillo en el segundo dedo de la mano izquierda opri-
me el talismán sobre tu boca y di, suspirando tiernamente: "¡Ok
Nades, Suradis, Maniner!".
E instantáneamente apareció un genio con alas de color de
rosa postrándose de rodillas ante mí.
—Espera tus órdenes —dijo el viejo— ; dile "Sader, Prostua,
Salaster". Yo repetí estas palabras, y desapareció.
—Va a recorrer un espacio inmenso —dijo el anciano— coa
la rapidez del pensamiento, y lo que la naturaleza ha hecho más
hermoso, aparecerá a tus ojos.
Apenas acababa de hablar, cuando el genio de las alas de rosa
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