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El ojo humano comparado con el de los animales
El proceso de la percepción óplica se ha desarrollado a lo largo de la evolución
humana con el fin de procesar la información que proviene del mundo exterior.
La percepción constituye uno <.le los sistemas que el hombre y los animales han
puesto en práctica para lograr Stl supervivencia. Pasa por los cinco sentidos: el oído,
el olfato, el gusto, el tacto y la vista. En su origen, el ser humano poseía otros, como
el sentido magnético, el de la gravedad o el de la temperatura, que en la actualidad
solo poseen los animales. El cerebro humano ha optado por privilegiar dos sentidos,
la vista y el oído, y exige el máximo de ambos. Ante un evento, to<.lo cuanto se ve y
se oye debe ser interpretado para que se le asigne 11na explicación coherente.
Esto supone una ventaja para el hombre con respecto a los animales, ya que éstos
últimos a menudo se contentan con información en bruto, que no someten a
verificaciones rigurosas. El animal utiliza poco la asociación ele ideas y carece sobre
todo de estrategia global. El :.cnti<.lo de la vista, que es el que aquí nos interesa, se
activa gracias al maravilloso inslnunento que representa el ojo, el cual utiliza el
principio de la cámara oscura: una caja provista de un diafragma en la parte
delantera y una película sensible en la trasera (retina), que a su vez. se ve asistida
por un número importaJ1te de neuronas, las cuales permiten interpretar la imagen.
La retina, formada por una membrana muy sensible a la luz, contiene dos tipos de
células fotorreceptoras: los bastoncillos y los conos. Los bastoncillos permanecen
operativos incluso bajo intensidades luminosas muy débiles, pero tienen el
Claudc Medinvilla, lCJYJ· Cumpo~icion ge.-.t u,JI inconveniente de que solo pueden distinguir el negro y el blanco. Lo~ conos, por
l'i11ta sobre p<•pel. otro lado, son sensibles a los colores, pero requieren una mayor intensidad de luz..
E] ojo humano es peculiarmente distinto al Je la mosca, la abeja o el perro. En el
caso de éste último, su retina solo cuenta aproximadamente con un s"/., de cono!>,
por lo que es muy probable que nuestro más fiel compañero no diferencie bien los
colores, pero en cambio sí distingue, y rnuy bien, el blanco, el negro y los distintos
tonos de gris, todo ello bajo una luz ambiental muy débil. La abeja, por su parte, con
sus ojos de incontables facclas, ve la luz ultravioleta, mientras que, curiosamente,
parece ciega al color rojo; el amarillo, el naranja y el verde son para ella colores que
fácilmente se confunden. También muestra una predilección por la percepción de
las formas rellenas, frente a las que están vacías. La abeja recurre poco al color para
detectar el movimjento o para orientarse en el espacio, ya que cuenta con otros
l'ágino derecha: Cla11dc Mcdiavilla, 1<)90. instrumentos a su disposición. La visión de este insecto supera, no obstante, a la del
Papel encolado ~obre liento. Téc11ica mixta, óleo humano en ciertos aspectos, como la particularidad de percibir con igual precisión
y pigmentos naturalc¡,, Formato: 73 x too cm.
en todas las direcciones o la capacidad de analizar la polarización de la luz. Nuestros
medios de percepción óptica son distintos y muy específicos. Responden a unas
normas precisas que conviene tener en cuenta si queremos obtener una máxima
eficacia en nuestras composiciones pictóricas. l maginemos una exposidón di rígida
a un público compuesto por perros o abejas. Sería necesario, segt'tn cada caso,
presentar obras con una p<~ lela rica en grises o cuadros pintados en ultravioleta.
Mecanismos internos que rigen el acto caligráfico
Son pocas las personas que en algún momento no se han sentido fascinadas por el
singular proceso que da origen al acto caligráfico. En efecto, el momento en el que
empuñamos el utensilio para trazar un signo tiene a menudo algo de irreal y
produce la extraña sensación de estar accediendo a otro mundo. ¿Qué sutil alquimia,
qué lógica interna explica este pro<.ligio? En otras palabras, ¿cómo se generan las
formas expresivas y su poder emocional? El problema de esta génesis es tan
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