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la granc.lilocuencia,  lo artihcioso, el efecto fácil, el contexto teatr11l  y gratuito, es clccit,
                                                    especificidades que están fuera del campo ele  la  obra pictórica  El gran principio
                                                    sobre el que reposa la  abstracción lírica, al  menos según sus defensure::o, es que por
                                                    primera vez en la  historia de las formas, el signo precede a su significado. Pero este
                                                    «postulado»  reposa a todas luces sobre una  tnutología. En efecto, ningun<l obra
                                                    realmente abstracta puede por esencia  poseer un significado previo a su ejecución,
                                                    de lo contrario perdería de inmediato su condición de obra abstracta. El  artista real
                                                    piensa en el efecto plástico, en la tensión, en  la expresión, antes de pensar en un
                                                    eventual significado.  Evocar e~te problema equivale a poner en duda la abstraccinn
                                                    mi:.ma y reconoct>r su desconocimiento. Por otra parte, se poc.lría  hacer hincapié en
                                                    replicar CJlle la anterioridad Jel signo o del significado importJ poco. Aunque esta
                                                    cuestión reviste cierta importancia para la lingüística, es mucho menor en la obra
                                                    pictórica. Algunos «líricos• han  llegado al extremo de hacer creer que se podía
                                                    pintar un lienzo en unos pocos minutos. Aunque este principio a veces se cumpla,
                                                    en la  mayoría de los ca~os no se da, sobre todo cuando se aprl·henden las
                                                    dificultades y las exigencias inherentes a este tipo de pintura. Ahí radica la
                                                    ambigüedad, ya que en ocasiones la velocidad de ejecución proc.lucc  una obra de
                                                    calidad, pero la fuerza ele t'sta proviene de la pertinencia de las formas y del pocJer
                                                    de la composición.  La  valiclez de la regla ele oro propugnada por los pintores
                                                    llamados  • líricos~>, es decir, la espontaneidad inmediata, no e~ tan evidente, wbre
                                                    todo porque esta espontane1dad y este fulgor solo pueden desarrollar todo su valor
                                                    en manos de un artista con una actividad interior extremadamente rica. Dicho eJe
             Killy Sanaticr, r I';Hitlol,  199J· COIIl¡JO~il' IÜil   otro modo, el creador que se sirve de este registro deberfa enriquecer su gesto con PI
             caligráfica  ab~tracta. Aul<llll<otk  pt•n  y ti111il.
                                                    análisis de los elementos plásticos antes de mostrar su espontaneiJad. Si intentarnos
             l·orrnato: 45 x 3'- c111.
                                                    hacer una comparación con una disciplina musical relativamente cercana como el
                                                    free jazz, hay que reconocer que si el pianista improvisa con excelencia, en ningún
                                                    momento premedita las notas, ya que se nutre de ellas. Ahora bien, los pintores
                                                     líricos están lejos de encajar en el mismo esquema. Cuando reivindican la  poca
                                                     importancia que le dan a la composición, están diciendo la pura verdad: sus lienzos
                                                     inacabados, cargados de «falsos  trazos», son efectivamente testigo ele su pobre
                                                     actividad interior. Contrariamente a una idea muy extendida, la espontaneidad
                                                     nunca puede eliminar la  necesidad de un aprendizaje, y solo puede proceder de una
                                                     rica y profunda cultura del signo. ¿De dónde podrían sacar los líricos estas
                                                     enseñanzas caligráficas
                                                    y esla cultura? ¡De ninguna parte! No existe a día de hoy ninguna obra que yo
                                                     conozca que trate este Lema con  rigor. Por su parte, la denominación arte informal,
                                                     suscita reservas similares. Fue utilizada por primera vez en 1951  por el crítico
                                                     Michel Tapié para la exposición «Significante de lo informal•, y esta expresión se
                                                     basa en una antinomia discutible. De hecho, si  nos remitimos a la etimología,
                                                     «informal» significa que no tic11e  forma. Ahora bien, parece paradójico constatar
                                                     que el arte puede tener muchas característi ca~. salvo la de no constar de forma, ya
                                                     que, por definición, constituye precisamente \(1  más alta expresión del  lenguaje de
                                                     las formas.  Además, cuando consideramos una obra •iniorrnalista~> de calidacl,
                                                     podemos observar que de hecho obedece a las mismas leyes plásticas que hemos
                                                     evocado en este capítulo. Sus formas parecen, efectivamente, ser de otra naturaleza,
                                                     pero desde luego no se puede negar su presencia. Incluso la pintura más modesta y
                                                     la  m¡.1s  mediocre se compone de formas. El  término «informalh es un abuso singular
                                                     del lenguaje que no puede tener ningún significado, al  menos si nos situamos en el
                                                     plano de la percepción. En definitiva, habría sido mucho más acertado llamar a este
                                                     movimiento •art bruL ~ o «arte espontáneo~.
                                                       La  respuesta de la abstracción caligráfica  es, por una parte, el análisis y el





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