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raspauor. Este ultimo, uiseriaclo sobre todo para borrar lo escrito, posee una cuchilla
tan afilada como una hoja ele areitar.
A lo largo Lle los siglos xv1 1 y XVI II se recornendC'Iba a los aprendices calígrafos que
limpii'lran la pluma antes de relajarla para que la acidez de la tinta no estropeara
el filo del cortaplumas. Con la introducción de las plumilla::; metálicas a partir del
s1glo XIX, este instrumento parece haber caído paulatinamente en desuso, para
evolucionar finalmente hacia el cuchillo de oficina, qut> no se utilizaba para tallar
las plumas Je ave, sino para cortar hilo y sacar punta a los lápices.
En cuanto al mantenimiento del cortaplumas, debemos señalar que el albumen
toa¡,rulado del carión, duro y resistente, requiere ser trabajado con una hoja muy
afilada. Para afilar el cuchillo se debe utilizar una piedra muy fina (preferentemente
unll piedra de Arkansas) que se puede obtener en cuchillerías y ferreterías. Debe
proceJerse del siguiente modo: se coloca la piedra plana y, tras mojar su superficie
con unas gotas de agua, !)e trota con un trozo de jabón (más aconsejable que el
aceite, pues éste se adhiere a la hoja y puede hacer que la tinta se coagule); se sujeta
el <.Ortaplumas con la mano derecha, con el filo orientado hacia nuestro cuerpo; se
apoya la hoja sobre la piedra con un ángulo de 45° y con un movimiento circular de
la mano se forma un bisel redondeado en el lado derecho de la hoja; seguidamente
se coloca la hoja plana sobre la piedra, pero con el lomo mirando hacia nosotros, y
con un movimiento de vaivén a través de la piedra, se elimina cualquier aspereza
y se proporciona un último afilado. Si miramos el lomo de la cuchilla, la hoja debe
ahora quedar plana en su lado í1.quierdo y ligeramente redondeada en su lado
derecho. Se puede mejorar su calidad frotándola con un cuero de afilar y finalmente
se puede comprobar el resultado con la uña del pulgar izquierdo. Si el instrumento
está bien afilado, la hoja se detiene en la uña, de lo contrario, se desliza sobre su
supC'rficic. Como hemos explicado, es mejor que el lado derecho de la hoja esté
ligeramente redondeado para evitar que el filo actúe a sacudidas, con lo que será
más difícil formar los gavilanes de la pluma, mientras que la rectitud del lado
contrario favorecerá un movimienro cortante a,gradable al realizar el último corte.
Cómo tallar las plumas
Si decidimos cambiar la plumilla metálica por la pluma de ave, nos encontramos
ante dos alternativas para benefic1arnos de su comodidad y de su agilidad: comprar
en un establecimiento de artículos de dibujo un instrumento ya preparado o intentar
tallar la plurna nosotros mismos. En este último caso, si se carece de experiencia,
nuestro consejo es que se sigan paso a paso las indicaciones que se ofrecen en este
capítulo para familiarizarse con el material. Una plurna tallada por el propio usuario
Stn duda 1>erá mas cón10da que otra tallada por manos ajenas, por el simple hecho
de que se puede preparar según nuestra preferencia y en función del espesor de
la escritura que deseemos. Concluimos, pues, que es preferible optar por tallar la
pluma, pero hemos de tener en cuenta que para una mano inclinada hacia fuera ésta
debe ser más oblicua, para una mano normal debe ser casi recta y más corta en el
!aJo llquierdo para una persona zurda.
Éstas son las normas para el tallado de la pluma en general, aunque para
situaciones particulares se puede proceder de otra forma. En cualquier caso, siempre
rc::.ultará más satisfactoria una pluma bien hendida que otra con una hendidura
escasa. Antes que nada es conveniente procurarse un número suficiente de plumas
remeras, juntarlas en un manojo y dejarlas secar durante varios meses. Una vez
selas, se empieza por acortar la pluma, se arrancan las barbillas superfluas y los
plumones, que cosquillean desagradablemente la articulación del dedo índice.
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