Page 123 - El Retorno del Rey
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la plenitud de la gloria. Pues Crinblanca, en su agonía, había rodado alejándose
del cuerpo del soberano; de cuya muerte era sin embargo la causa.
Merry se inclinó, y en el momento en que tomaba la mano del rey para
besársela, Théoden abrió los ojos, que aún estaban límpidos, y habló con una voz
fatigada pero serena.
—¡Adiós, señor Holbytla! —dijo. Tengo el cuerpo deshecho. Voy a reunirme
con mis padres. Pero ahora ni aun en esa soberbia compañía me sentiré
avergonzado. ¡Abatí a la serpiente negra! ¡Un amanecer siniestro, un día feliz, y
un crepúsculo de oro!
Merry no podía decir una palabra y no dejaba de llorar.
—Perdonadme, señor —logró decir al fin—, por haber desobedecido vuestra
orden, y por no haberos prestado otro servicio que llorar en la hora de la
despedida.
El viejo rey sonrió:
—No te preocupes. Ya has sido perdonado. Que el magnánimo hable en
nosotros. Vive ahora años de bendiciones; y cuando te sientes en paz a fumar tu
pipa ¡acuérdate de mí! Porque ya nunca más podré cumplir la promesa de
sentarme contigo en Meduseld, ni de aprender de ti los secretos de la hierba. —
Cerró los ojos, y Merry se inclinó de nuevo, pero él pronto volvió a hablar—.
¿Dónde está Éomer? Se me enturbia la vista y me gustaría verlo antes de irme. El
será el próximo rey. Y también quisiera enviarle un mensaje a Eowyn. No
quería separarse de mí, y ahora nunca la volveré a ver, a Eowyn, más cara para
mí que una hija.
—Señor, Señor —empezó a decir Merry con voz entrecortada—, está…
Pero en ese mismo instante hubo un gran clamor, y resonaron los cuernos y
las trompetas. Merry levantó la cabeza y miró en derredor; se había olvidado de
la guerra, y del resto del mundo; tenía la impresión de que habían pasado muchas
horas desde que el rey cabalgara al encuentro de la muerte, cuando en realidad
todo había ocurrido pocos minutos antes. Pero en ese momento cayó en la cuenta
de que corrían el riesgo de quedar atrapados en medio de la gran batalla que no
tardaría en comenzar.
Nuevas huestes enemigas llegaban, presurosas; y desde los muros avanzaban
los ejércitos de Morgul; y más al sur desde los campos, la infantería de los
Harad, precedida por la caballería y seguida por los nûmakil de lomos
gigantescos que transportaban torres de guerra. Pero, en el norte, una vez más
reunida y reorganizada por Éomer, detrás del penacho blanco de su cimera,
avanzaba la gran vanguardia de los Rohirrim; y desde la ciudad descendían todos
los hombres que habían quedado dentro; llevaban el cisne de plata de Dol
Amroth, y dispersaron a los enemigos que custodiaban la Puerta.