Page 124 - El Retorno del Rey
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Un pensamiento cruzó un instante por la mente de Merry: « ¿Dónde anda
Gandalf? ¿Por qué no está aquí? ¿No podría haber salvado al rey y a Eowyn?»
En ese momento llegó Éomer al galope, acompañado por los sobrevivientes
de la escolta del rey que habían logrado dominar a los caballos. Y todos miraron
con asombro el cadáver de la bestia abominable; y los caballos se negaban a
acercarse. Pero Éomer se apeó de un salto, y el dolor y el desconsuelo cayeron
de pronto sobre él cuando llegó junto al rey y se quedó allí en silencio.
Entonces uno de los caballeros tomó de la mano de Gúthlaf, el
portaestandarte que yacía muerto, la bandera del rey, y la levantó en alto.
Théoden abrió lentamente los ojos, y al ver el estandarte indicó con una seña que
se lo entregaran a Éomer.
—¡Salve, Rey de la Marca! —dijo—. ¡Marcha ahora a la victoria! ¡Llévale
mis adioses a Eowyn! —Y así murió Théoden sin saber que Eowyn yacía a su
lado. Y quienes lo rodeaban lloraron, clamando:
—¡Théoden Rey! ¡Théoden Rey!
Pero Éomer les dijo:
¡No derraméis excesivas lágrimas! Noble fue en vida el caído
y tuvo una muerte digna. Cuando el túmulo se levante,
llorarán las mujeres. ¡Ahora la guerra nos reclama!
Sin embargo, Éomer mismo lloraba al hablar.
—Que los caballeros de la escolta monten guardia junto a él, y con honores
retiren de aquí el cuerpo, para que no lo pisoteen las tropas en la batalla. Sí, el
cuerpo del rey y el de todos los caballeros de su escolta que aquí yacen. —Y
miró a los caídos, y recordó sus nombres. De pronto vio a Eowyn, su hermana, y
la reconoció. Quedó un instante en suspenso, como un hombre herido en el
corazón por una flecha en la mitad de un grito. Una palidez cadavérica le cubrió
el rostro, y una furia mortal se alzó en él, y por un momento no pudo decir nada.
Parecía que había perdido la razón.
—¡Eowyn, Eowyn! —gritó al fin—. ¡Eowyn! ¿Cómo llegaste aquí? ¿Qué
locura es ésta, qué artificio diabólico? ¡Muerte, muerte, muerte! ¡Que la muerte
nos lleve a todos!
Entonces, sin consultar a nadie, sin esperar la llegada de los hombres de la
ciudad, montó y volvió al galope hacia la vanguardia del gran ejército, hizo sonar
un cuerno y dio con fuertes gritos la orden de iniciar el ataque. Clara resonó la
voz de Éomer a través del campo:
—¡Muerte! ¡Galopad, galopad hacia la ruina y el fin del mundo!
A esta señal, el ejército de los Rohirrim se puso en movimiento. Pero los
hombres ya no cantaban. Muerte, gritaban con una sola voz poderosa y terrible,