Page 126 - El Retorno del Rey
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Y Meriadoc el hobbit seguía allí sin moverse, parpadeando a través de las
lágrimas, y nadie le hablaba: nadie, en realidad, parecía verlo. Se enjugó las
lágrimas y agachándose a recoger el escudo verde que le regalara Eowyn, se lo
colgó al hombro. Buscó entonces la espada, que se le había caído, pues en el
momento de asestar el golpe se le había entumecido el brazo, y ahora sólo podía
utilizar la mano izquierda. Y de pronto vio el arma en el suelo, pero la hoja
crepitaba y echaba humo como una rama seca echada a una hoguera; y
mientras Merry la observaba estupefacto, el arma ardió, se retorció, y se
consumió hasta desaparecer.
Tal fue el destino de la espada de las Quebradas de los Túmulos, fraguada en
el Oesternesse. Hubiera querido conocer al artífice que la forjara en otros
tiempos en el Reino del Norte, cuando los Dúnedain eran jóvenes, y tenían como
principal enemigo al temible reino de Angmar y a su rey hechicero. Ninguna
otra hoja, ni aun esgrimida por manos mucho más poderosas, habría podido
infligir una herida más cruel, hundirse de ese modo en la carne venida de la
muerte, romper el hechizo que ataba los tendones invisibles a la voluntad del
espectro.
Varios hombres levantaron al rey, y tendiendo mantas sobre las varas de las
lanzas, improvisaron unas angarillas para transportarlo a la ciudad; otros
recogieron con delicadeza el cuerpo de Eowyn y siguieron al cortejo. Mas no
pudieron retirar del campo a todos los hombres de la casa del rey, pues eran siete
los caídos en la batalla, entre ellos Déorwine el jefe de la escolta. Entonces,
agrupándolos lejos de los cadáveres de los enemigos y la bestia abominable, los
rodearon con una empalizada de lanzas. Y más tarde, cuando todo hubo pasado,
regresaron y encendieron una gran hoguera y quemaron la carroña de la bestia;
pero para Crinblanca cavaron una tumba, y pusieron sobre ella una lápida con un
epitafio grabado en las lenguas de Gondor y de la Marca:
Fiel servidor y perdición del amo.
Hijo de Piesligeros, el rápido Crinblanca.
Verde y alta creció la hierba sobre el túmulo de Crinblanca, pero el sitio
donde incineraron el cadáver de la bestia estuvo siempre negro y desnudo.
Ahora Merry caminaba con paso lento y triste junto al cortejo, y había perdido
todo interés en la batalla. Se sentía dolorido y cansado, y los miembros le
temblaban como si tuviese frío. Una fuerte lluvia llegó desde el Mar, y fue como
si todas las cosas lloraran por Théoden y Eowyn, apagando con lágrimas grises