Page 262 - El Retorno del Rey
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cosas para aquel que pronto vendría a reemplazarlo.
Tampoco partió Eowyn, a pesar del mensaje que le enviara su hermano
rogándole que se reuniese con él en el Campo de Cormallen. Y a Faramir le
sorprendió que se quedara, si bien ahora, atareado como estaba con tantos
menesteres, tenía poco tiempo para verla; y ella seguía viviendo en las Casas de
Curación, y caminaba sola por el jardín, y de nuevo tenía el rostro pálido, y
parecía ser la única persona triste y dolorida en toda la ciudad. Y el Mayoral de
las Casas estaba preocupado, y habló con Faramir.
Entonces Faramir fue a buscarla, y de nuevo fueron juntos a los muros; y él
le dijo:
—Eowyn ¿por qué os habéis quedado aquí en vez de ir a los festejos de
Cormallen del otro lado de Cair Andros, donde vuestro hermano os espera?
Y ella dijo:
—¿No lo sabéis?
Pero él respondió:
—Hay dos motivos posibles, pero cuál es el verdadero, no lo sé.
Y dijo ella:
—No quiero jugar a las adivinanzas. ¡Hablad claro!
—Entonces, si eso es lo que queréis, señora —dijo él—, no vais porque sólo
vuestro hermano mandó por vos, y ahora, admirar en su triunfo al Señor
Aragorn, el heredero de Elendil, no os causará ninguna alegría. O porque no voy
yo, y deseáis permanecer cerca de mí. O quizá por los dos motivos, y vos misma
no podéis elegir entre uno y otro. Eowyn ¿no me amáis, o no queréis amarme?
—Quería el amor de otro hombre —respondió ella—. Mas no quiero la
piedad de ninguno.
—Lo sé —dijo Faramir—. Deseabais el amor del Señor Aragorn. Pues era
noble y poderoso, y queríais la fama y la gloria: elevaros por encima de las
cosas mezquinas que se arrastran sobre la tierra. Y como un gran capitán a un
joven soldado, os pareció admirable. Porque lo es, un Señor entre los hombres, y
el más grande de los que hoy existen. Pero cuando sólo recibisteis de él
comprensión y piedad, entonces ya no quisisteis ninguna otra cosa, salvo una
muerte gloriosa en el combate. ¡Miradme, Eowyn!
Y Eowyn miró a Faramir largamente y sin pestañear; y Faramir dijo:
—¡No desdeñéis la piedad, que es el don de un corazón generoso, Eowyn!
Pero yo no os ofrezco mi piedad. Pues sois una dama noble y valiente y habéis
conquistado sin ayuda una gloria que no será olvidada; y sois tan hermosa que ni
las palabras de la lengua de los elfos podrían describiros, y yo os amo. En un
tiempo tuve piedad por vuestra tristeza. Pero ahora, aunque no tuvierais pena
alguna, ningún temor, aunque nada os faltase y fuerais la bienaventurada Reina
de Gondor, lo mismo os amaría. Eowyn ¿no me amáis?
Entonces algo cambió en el corazón de Eowyn, o acaso ella comprendió al