Page 260 - El Retorno del Rey
P. 260
para él como un recuerdo de una dulce belleza lejana, y de su primer dolor. Y el
manto le parecía adecuado a la hermosura y la tristeza de Eowyn.
Pero ella se estremeció de pronto bajo el manto estrellado, y miró al norte,
más allá de las tierras grises, hacia el ojo del viento frío, donde el cielo era
límpido y yerto.
—¿Qué buscáis, Eowyn? —preguntó Faramir.
—¿No queda acaso en esa dirección la Puerta Negra? —dijo ella—. ¿Y no
estará él por llegar allí? Siete días hace que partió.
—Siete días —dijo Faramir—. No penséis mal de mí si os digo: a mí me han
traído a la vez una alegría y una pena que ya no esperaba conocer. La alegría de
veros; pero pena, porque los temores y las dudas de estos tiempos funestos se han
vuelto más sombríos que nunca. Eowyn, no quisiera que este mundo terminase
ahora, y perder tan pronto lo que he encontrado.
—¿Perder lo que habéis encontrado, señor? —respondió ella; y clavó en él
una mirada grave pero bondadosa—. Ignoro qué habéis encontrado en estos días,
y qué podríais perder. Pero os lo ruego, no hablemos de eso, amigo mío. ¡No
hablemos más! Estoy al borde de un terrible precipicio y en el abismo que se
abre a mis pies, la oscuridad es profunda, y no sé si a mis espaldas hay alguna
luz. Porque aún no puedo volverme. Espero un golpe del destino.
—Sí, esperemos el golpe del destino —dijo Faramir. Y no hablaron más; y
mientras permanecían allí, de pie sobre el muro, les pareció que el viento moría,
que la luz se debilitaba y se oscurecía el sol; que cesaban todos los rumores de la
ciudad y las tierras cercanas: el viento, las voces, los reclamos de los pájaros, los
susurros de las hojas; ni respirar se oían; hasta los corazones habían dejado de
latir. El tiempo se había detenido.
Y mientras esperaban, las manos de los dos se encontraron y se unieron,
aunque ellos no lo sabían. Y así siguieron, esperando sin saber qué esperaban.
Entonces, de improviso, les pareció que por encima de las crestas de las
montañas distantes se alzaba otra enorme montaña de oscuridad envuelta en
relámpagos, se agigantaba y ondulaba como una marea que quisiera devorar el
mundo. Un temblor estremeció la tierra y los muros de la ciudad trepidaron. Un
sonido semejante a un suspiro se elevó desde los campos de alrededor, y de
pronto los corazones les latieron de nuevo.
—Esto me recuerda a Númenor dijo Faramir, y le asombró oírse hablar.
—¿Númenor? —repitió Eowyn.
—Sí —dijo Faramir, el país del Oesternesse que se hundió en los abismos, y
la enorme ola oscura que inundó todos los prados verdes y todas las colinas, y
que avanzaba como una oscuridad inexorable. A menudo sueño con ella.
—¿Entonces creéis que ha llegado la Oscuridad? —dijo Eowyn—. ¿La
Oscuridad Inexorable? —Y en un impulso repentino se acercó a él.
—No —dijo Faramir mirándola a la cara—. Fue una imagen que tuve. No sé