Page 255 - El Retorno del Rey
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En Eresséa, el hogar de los elfos que los hombres nunca descubrirán.
Donde las hojas no caen: la tierra de los míos para siempre.
Y así, cantando, Legolas se alejó colina abajo.
Entonces también los otros se separaron, y Frodo y Sam volvieron a sus lechos y
durmieron. Y por la mañana se levantaron, tranquilos y esperanzados, y se
quedaron muchos días en Ithilien. Y desde el campamento, instalado ahora en el
Campo de Cormallen, en las cercanías de Henneth Annûn, oían por la noche el
agua que caía impetuosa por las cascadas y corría susurrando a través de la
puerta de roca para fluir por las praderas en flor y derramarse en las tumultuosas
aguas del Anduin, cerca de la isla de Cair Andros. Los hobbits paseaban por aquí
y por allá, visitando de nuevo los lugares donde ya habían estado; y Sam no
perdía la esperanza de ver aparecer, entre la fronda de algún bosque o en un
claro secreto, el gran olifante. Y cuando supo que muchas de aquellas bestias
habían participado en la batalla de Gondor, y que todas habían sido exterminadas,
lo lamentó de veras.
—Y bueno, uno no puede estar en todas partes al mismo tiempo —dijo—.
Pero por lo que parece, me he perdido de ver un montón de cosas.
Entretanto el ejército se preparaba a regresar a Minas Tirith. Los fatigados
descansaban y los heridos eran curados. Porque algunos habían tenido que luchar
con denuedo antes de desbaratar la resistencia postrera de los Hombres del Este
y del Sur. Y los últimos en regresar fueron los hombres que habían entrado en
Mordor, y destruido las fortalezas en el norte del país.
Pero por fin, cuando se aproximaba el mes de mayo, los Capitanes del Oeste
se pusieron nuevamente en camino: levaron anclas en Cair Andros, y fueron por
el Anduin aguas abajo hasta Osgiliath; allí se detuvieron un día; y al siguiente
llegaron a los campos verdes del Pelennor, y volvieron a ver las torres blancas al
pie del imponente Mindolluin, la Ciudad de los Hombres de Gondor, el último
recuerdo del Oesternesse, que salvado del fuego y de la oscuridad había
despertado a un nuevo día.
Y allí en medio de los campos levantaron las tiendas en espera de la mañana:
pues era la Víspera de Mayo, y el Rey entraría por las puertas a la salida del sol.