Page 251 - El Retorno del Rey
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siguieron avanzando por la alameda, a la vera de las aguas cantarinas. Y llegaron
a un amplio campo verde, y más allá corría un río ancho en cuyo centro
asomaba un islote boscoso con numerosas naves ancladas en las costas. Pero en
ese campo se había congregado un gran ejército, en filas y compañías que
resplandecían al sol. Y al ver llegar a los hobbits desenvainaron las espadas y
agitaron las lanzas; y resonaron las trompetas y los cuernos, y muchas voces
gritaron en muchas lenguas:
¡Vivan los Medianos! ¡Alabados sean con grandes alabanzas!
Cuio y Pheriain anann! Aglar ni Pheriannath!
¡Alabados sean con grandes alabanzas, Frodo y Samsagaz!
Daur a Berhael, Conin en Annûn! Eglerio!
¡Alabados sean!
Eglerio!
A laita te, laita te! Andave laituvalmet!
¡Alabados sean!
Cormacolindor, a laite tárienna!
¡Alabados sean! ¡Alabados sean con grandes alabanzas los Portadores del
Anillo!
Y así, arreboladas las mejillas por la sangre roja, con los ojos brillantes de
asombro, Frodo y Sam continuaron avanzando y vieron, en medio de la hueste
clamorosa, tres altos sitiales de hierba verde. Sobre el sitial de la derecha, blanco
sobre verde, flameando al viento, un gran corcel galopaba en libertad; sobre el de
la izquierda se alzaba un estandarte, y en él una nave de plata con la proa en
forma de cisne surcaba un mar azul. Pero sobre el trono del centro, el más
elevado, flotaba un gran estandarte, y en él, sobre un campo de sable, nimbado
por una corona resplandeciente de siete estrellas, florecía un árbol blanco. Y en
el trono estaba sentado un hombre vestido con una cota de malla; no usaba
yelmo, pero en sus rodillas descansaba una espada larga. Y al ver que llegaban
los hobbits se puso en seguida de pie. Y entonces lo reconocieron, cambiado
como estaba, tan alto y alegre de semblante, majestuoso, soberano de los
hombres, oscuro el cabello, grises los ojos.
Frodo le corrió al encuentro, y Sam lo siguió.
—Bueno, si esto parece de veras el colmo de los colmos —exclamó—.
¡Trancos! ¿O acaso estoy soñando todavía?
—Sí, Sam, Trancos —dijo Aragorn—. Qué lejana está Bree, ¿no es verdad?,
donde dijiste que no te gustaba mi aspecto. Largo ha sido el camino para todos,
pero a vosotros os ha tocado recorrer el más oscuro.
Y entonces, ante la profunda sorpresa y turbación de Sam, hincó ante ellos la
rodilla; y tomándolos de la mano, a Frodo con la diestra y a Sam con la siniestra,
los condujo hasta el trono, y luego de hacerlos sentar en él, se volvió a los