Page 247 - El Retorno del Rey
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montaña se contraía atormentada. Grandes heridas rojas se abrían en los flancos,
      mientras  ríos  de  fuego  descendían  lentos  hacia  ellos.  No  tardarían  mucho  en
      sepultarlos. Caía una lluvia de ceniza incandescente.
        Ahora estaban de pie, inmóviles; Sam, que aún sostenía la mano de Frodo, se
      la acarició. Luego suspiró.
        —Qué  cuento  hemos  vivido,  señor  Frodo,  ¿no  le  parece?  —dijo—.  ¡Me
      gustaría  tanto  oírlo!  ¿Cree  que  dirán:  Y  aquí  empieza  la  historia  de  Frodo
      Nuevededos y el Anillo del Destino? Y entonces se hará un gran silencio, como
      cuando en Rivendel nos relataban la historia de Beren el Manco y las Tres Joyas.
      ¡Cuánto  me  gustaría  escucharla!  Y  cómo  seguirá,  me  pregunto,  después  de
      nuestra parte.
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