Page 250 - El Retorno del Rey
P. 250
amo—. Pero, ¿cómo está el señor Frodo? —dijo—. ¿No es terrible lo que le ha
sucedido en la mano? Aunque espero que por lo demás se encuentre bien. Ha
pasado momentos muy crueles.
—Sí, por lo demás estoy muy bien —dijo Frodo, mientras se sentaba y se
echaba a reír también él—. Me dormí de nuevo mientras esperaba a que tú
despertaras, dormilón. Yo desperté temprano, y ahora ha de ser casi el mediodía.
—¿Mediodía? —dijo Sam, tratando de echar cuentas—. ¿De qué día?
—El decimocuarto del Año Nuevo —dijo Gandalf—, o si lo prefieres, el
octavo día de abril según el Calendario de la Comarca [1] . Pero en adelante el
Año Nuevo siempre comenzará en Gondor el veinticinco de marzo, el día en que
cayó Sauron, el mismo en que fuisteis rescatados del fuego y traídos aquí, a que
el rey os curara. Porque es él quien os ha curado y ahora os espera. Comeréis y
beberéis con él. Cuando estéis prontos os llevaré a verlo.
—¿El rey? dijo Sam. ¿Qué rey? ¿Y quién es?
—El Rey de Gondor y Soberano de las Tierras Occidentales —dijo Gandalf
—, que ha recuperado todo su antiguo reino. Pronto irá a su coronación, pero os
espera a vosotros.
—¿Qué nos pondremos? —dijo Sam, porque no veía más que las ropas viejas
y andrajosas con que habían viajado, dobladas en el suelo al pie de los lechos.
—Las ropas que habéis usado durante el viaje a Mordor —dijo Gandalf—.
Hasta los harapos de orcos con que te disfrazaste en la tierra tenebrosa serán
conservados, Frodo. No puede haber sedas ni linos ni armaduras ni blasones
dignos de más altos honores. Luego quizás os consiga otros atavíos.
Y extendió hacia ellos las manos y vieron que una le resplandecía, envuelta
en luz.
—¿Qué tienes ahí? —exclamó Frodo—. ¿Es posible que sea…?
—Sí, os he traído vuestros dos tesoros. Los tenía Sam, cuando fuisteis
rescatados. Los regalos de la Dama Galadriel: el frasco, Frodo, y la cajita, Sam.
Os alegrará tenerlos de nuevo.
Una vez lavados y vestidos, y después de un ligero refrigerio, los hobbits
siguieron a Gandalf. Salieron del bosquecillo de abedules donde habían dormido,
y cruzaron un largo prado verde que relucía al sol, flanqueado de árboles
majestuosos de oscuro follaje y cargados de flores rojas. A espaldas de ellos
canturreaba una cascada, y un arroyo corría adelante, entre riberas florecidas, y
en el linde del prado se internaba en un bosque frondoso y pasaba luego bajo una
arcada de árboles, y entre ellos y a lo lejos centelleaba el agua.
Al llegar al claro del bosque les sorprendió ver unos caballeros de armadura
brillante y unos guardias altos engalanados de negro y de plata que los saludaban
con respetuosas y profundas reverencias. Se oyó un largo toque de trompeta, y