Page 249 - El Retorno del Rey
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vio caer, exhaustos, o asfixiados por el calor y las exhalaciones, o vencidos al fin
      por la desesperación, tapándose los ojos para no ver llegar la muerte.
        Yacían en el suelo, lado a lado; y Gwaihir descendió y se posó junto a ellos; y
      detrás de él llegaron Landroval y el veloz Meneldor; y como en un sueño, sin
      saber qué destino les había tocado, los viajeros fueron recogidos y llevados fuera,
      lejos de las tinieblas y los fuegos.

      Cuando despertó, Sam notó que estaba acostado en un lecho mullido, pero sobre
      él se mecían levemente grandes ramas de abedul, y la luz verde y dorada del sol
      se filtraba a través del follaje. Todo el aire era una mezcla de fragancias dulces.
        Recordaba aquel perfume: los aromas de Ithilien.
        « ¡Córcholis!» , murmuró. « ¿Por cuánto tiempo habré dormido?»
        Pues aquella fragancia lo había transportado al día que encendiera la pequeña
      fogata al pie del barranco soleado, y por un instante todo lo que ocurrió después
      se  le  había  borrado  de  la  memoria.  Se  desperezó.  « ¡Qué  sueño  he  tenido!»
      murmuró.  « ¡Qué  alegría  haberme  despertado!»   Se  sentó  y  vio  junto  a  él  a
      Frodo, que dormía apaciblemente, una mano bajo la cabeza, la otra apoyada en
      la manta: la derecha, y le faltaba el dedo mayor de la mano derecha. Recordó
      todo de pronto, y gritó:
        —¡No era un sueño! ¿Entonces, dónde estamos? Y una voz suave respondió
      detrás de él:
        —En la tierra de Ithilien, al cuidado del rey, que os espera. —Y al decir eso,
      Gandalf  apareció  ante  él  vestido  de  blanco,  y  la  barba  le  resplandecía  como
      nieve al centelleo del sol en el follaje—. Y bien, señor Samsagaz, ¿cómo se siente
      usted? —dijo. Pero Sam se volvió a acostar y lo miró boquiabierto, con los ojos
      agrandados por el asombro, y por un instante, entre el estupor y la alegría, no
      pudo responder. Al fin exclamó:
        —¡Gandalf! ¡Creía que estaba muerto! Pero yo mismo creía estar muerto.
      ¿Acaso todo lo triste era irreal? ¿Qué ha pasado en el mundo?
        —Una  gran  Sombra  ha  desaparecido  —dijo  Gandalf,  y  rompió  a  reír,  y
      aquella  risa  sonaba  como  una  música,  o  como  agua  que  corre  por  una  tierra
      reseca; y al escucharla Sam se dio cuenta de que hacía muchos días que no oía
      una risa verdadera, el puro sonido de la alegría. Le llegaba a los oídos como un
      eco  de  todas  las  alegrías  que  había  conocido.  Pero  él,  Sam,  se  echó  a  llorar.
      Luego, como una dulce llovizna que se aleja llevada por un viento de primavera,
      las lágrimas cesaron, y se rió, y riendo saltó del lecho.
        —¿Que cómo me siento? —exclamó—. Bueno, no tengo palabras. Me siento,
      me  siento…  —agitó  los  brazos  en  el  aire—…  me  siento  como  la  primavera
      después del invierno y el sol sobre el follaje; ¡y como todas las trompetas y las
      arpas y todas las canciones que he escuchado en mi vida! —Calló y miró a su
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