Page 254 - El Retorno del Rey
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—Eso sí que no —dijo Gimli—. Pero ¿no os lo previne? Los mortales no
pueden beber los brebajes de los ents y pensar que no les hará más efecto que un
jarro de cerveza.
—¿Brebajes de los ents? —dijo Sam—. Ahora vuelve a mencionar a los ents.
Pero ¿qué son? No alcanzo a comprenderlo. Pasarán semanas y semanas antes
que hayamos aclarado todo esto.
—Semanas por cierto —dijo Pippin—. Y luego habrá que encerrar a Frodo
en una torre de Minas Tirith para que lo ponga todo por escrito. De lo contrario se
olvidará de la mitad, y el pobre viejo Bilbo tendrá una tremenda decepción.
Al cabo Gandalf se levantó.
—Las manos del Rey son las de un curador, mis queridos amigos —dijo—.
Pero antes que él os llamara, recurriendo a todo su poder para llevaros al dulce
olvido del sueño, estuvisteis al borde de la muerte. Y aunque sin duda habéis
dormido largamente y en paz, ya es hora de ir a dormir de nuevo.
—Y no sólo Sam y Frodo —dijo Gimli, sino también tú, Pippin. Te quiero
mucho, aunque sólo sea por las penurias que me has causado, y que no olvidaré
jamás. Tampoco me olvidaré de cuando te encontré en la cresta de la colina en
la última batalla. Sin Gimli el enano, te habrías perdido. Pero ahora al menos sé
reconocer el pie de un hobbit, aunque sea la única cosa visible en medio de un
montón de cadáveres. Y cuando libré tu cuerpo de aquella carroña enorme, creí
que estabas muerto. Poco faltó para que me arrancara las barbas. Y hace apenas
un día que estás levantado y que saliste por primera vez. Así que ahora te irás a la
cama. Y yo también.
—Y yo —dijo Legolas— iré a caminar por los bosques de esta tierra
hermosa, que para mí es descanso suficiente. En días por venir, si el señor de los
elfos lo permite, algunos de nosotros vendremos a morar aquí, y cuando
lleguemos estos lugares serán bienaventurados, por algún tiempo. Por algún
tiempo: un mes, una vida, un siglo de los hombres. Pero el Anduin está cerca, y
el Anduin conduce al Mar. ¡Al Mar!
¡Al Mar, al Mar! Claman las gaviotas blancas.
El viento sopla y la espuma blanca vuela.
Lejos al Oeste se pone el Sol redondo.
Navío gris, navío gris ¿no escuchas la llamada,
las voces de los míos que antes que yo partieron?
Partiré, dejaré los bosques donde vi la luz;
nuestros días se acaban, nuestros años declinan.
Surcaré siempre solo las grandes aguas.
Largas son las olas que se estrellan en la playa última,
dulces son las voces que me llaman desde la Isla Perdida.