Page 256 - El Retorno del Rey
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El Senescal y el Rey
L a Ciudad de Gondor había vivido en la incertidumbre y un gran miedo. El buen
tiempo y el sol límpido parecían burlarse de los hombres que ya casi no tenían
ninguna esperanza, y sólo aguardaban cada mañana noticias de perdición. El
Senescal había muerto abrasado por las llamas, muerto yacía el Rey de Rohan
en la Ciudadela, y el nuevo rey, que había entrado en la noche, había vuelto a
partir a una guerra contra potestades demasiado oscuras y terribles para esperar
poder doblegarlas sólo con el valor y la entereza. Y no se recibían noticias. Desde
que el ejército partiera del Valle de Morgul por el camino del norte, a la sombra
de las montañas, ningún mensajero había regresado, ni habían llegado rumores
de lo que acontecía en el Este amenazante. Cuando hacía apenas dos días que
habían partido, la Dama Eowyn rogó a las mujeres que la cuidaban que le
trajesen sus ropas, y nadie pudo disuadirla: se levantó, y cuando la vistieron, con
el brazo sostenido en un cabestrillo de lienzo, se presentó ante el Mayoral de las
Casas de Curación.
—Señor —dijo—, siento una profunda inquietud y no puedo seguir ociosa por
más tiempo.
—Señora —respondió el Mayoral—, aún no estáis curada, y se me
encomendó que os atendiera con especial cuidado. No tendríais que haberos
levantado hasta dentro de siete días, o esa fue en todo caso la orden que recibí. Os
ruego que volváis a vuestra estancia.
—Estoy curada —dijo ella—, curada de cuerpo al menos, excepto el brazo
izquierdo, que también mejora. Y si no tengo nada que hacer, volveré a
enfermar. ¿No hay noticias de la guerra? Las mujeres no saben decirme nada.
—No tenemos noticias —dijo el Mayoral—, excepto que los Señores han
llegado al Valle de Morgul; y dicen que el nuevo capitán venido del Norte es
ahora el jefe. Es un gran señor, y un curador; extraño me parece que la mano
que cura sea también la que empuña la espada. No ocurren cosas así hoy en
Gondor, aunque fueran comunes antaño, si las antiguas leyendas dicen la verdad.
Pero ahora, y desde hace largos años, nosotros los curanderos no hacemos otra
cosa que reparar las desgarraduras causadas por los hombres de armas. Aunque
sin ellos tendríamos ya trabajo suficiente: bastantes miserias y dolores hay en el
mundo sin que las guerras vengan a multiplicarlos.
—Para que haya guerra, señor Mayoral, basta con un enemigo, no dos —
respondió Eowyn—. Y aun aquellos que no tienen espada pueden morir bajo una
espada. ¿Querríais acaso que la gente de Gondor juntara sólo hierbas, mientras el
Señor Oscuro junta ejércitos? Y no siempre lo bueno es estar curado del cuerpo.
Ni tampoco es siempre lo malo morir en la batalla, aun con grandes sufrimientos.
Si me fuera permitido, en esta hora oscura yo no vacilaría en elegir lo segundo.