Page 270 - El Retorno del Rey
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Y Gandalf dijo:
        —A mucha gente le gusta saber de antemano qué se va a servir en la mesa;
      pero  los  que  han  trabajado  en  la  preparación  del  festín  prefieren  mantener  el
      secreto;  pues  la  sorpresa  hace  más  sonoras  las  palabras  de  elogio.  Aragorn
      espera una señal.

      Y hubo un día en el que los Compañeros no pudieron encontrar a Gandalf, y se
      preguntaron qué se estaría preparando. Pero en la oscuridad de la noche Gandalf
      salió  con  Aragorn  de  la  ciudad,  y  lo  condujo  a  la  falda  meridional  del  Monte
      Mindolluin; y allí encontraron un sendero abierto en tiempos remotos que ahora
      pocos se atrevían a transitar. Pues subía hasta un paraje elevado de la montaña,
      un  refugio  que  sólo  los  Reyes  visitaban.  Y  trepando  por  sendas  escarpadas,
      llegaron a un altiplano bajo las nieves que coronaban los picos, y que dominaba
      el precipicio que se abría a espaldas de la ciudad. Y contemplaron las tierras,
      porque  ya  había  despuntado  el  alba;  y  abajo  en  lontananza,  semejantes  a
      pinceles blancos tocados por los rayos del sol, vieron las torres de la ciudad, y el
      Valle del Anduin se extendía como un huerto, y una bruma dorada velaba las
      Montañas de la Sombra. De un lado alcanzaban a ver el color gris de los Emyn
      Muil, y los reflejos del Rauros eran como el centelleo de una estrella lejana; y
      del otro lado veían el río, que se extendía como una cinta hasta Pelargir, y más
      allá una luminosidad en el filo del horizonte que hablaba del mar. Y Gandalf dijo:
        —He aquí tu reino, y el corazón del reino más grande de los tiempos futuros.
      La Tercera Edad del Mundo ha terminado y se ha iniciado una nueva; y a ti te
      toca  ordenar  los  comienzos  y  preservar  todo  cuanto  sea  posible.  Pues  aunque
      muchas cosas se han salvado, muchas otras habrán de perecer; también el Poder
      de los Tres Anillos ha terminado. Y en todas las tierras que aquí ves, y en las de
      alrededor, habitarán los hombres. Pues se acercan los tiempos de la Dominación
      de los Hombres, y la Antigua Estirpe tendrá que partir o desaparecer.
        —Eso lo sé muy bien, querido amigo —dijo Aragorn—, pero todavía necesito
      tu consejo.
        —No  por  mucho  tiempo  ya  —dijo  Gandalf—.  Mi  tiempo  era  la  Tercera
      Edad. Yo era el Enemigo de Sauron; y mi tarea ha concluido. Pronto habré de
      partir. En adelante, el peso recaerá sobre ti y los tuyos.
        —Pero yo moriré —dijo Aragorn—. Porque soy un mortal, y aunque siendo
      quien soy y de la pura estirpe del Oeste tendré una vida mucho más larga que los
      demás mortales, esto es sólo un breve momento; y cuando aquellos que ahora
      están en los vientres de las madres hayan nacido y envejecido, también a mí me
      llegará la vejez. ¿Y quién gobernará entonces a Gondor y a quienes aman a esta
      ciudad como a una reina, si mi deseo no se cumple? En el Patio del Manantial el
      Árbol  está  aún  marchito  y  estéril.  ¿Cuándo  veré  la  señal  de  que  algún  día
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