Page 123 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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VI
LA VIDA Y LA OBRA DE THOT HERMES TRISMEGISTO
Retumbó el trueno, relampagueó y el velo del Templo se rasgó de arriba abajo. El
venerable iniciador, con sus vestiduras azules y doradas, levantó lentamente su bastón
cubierto de joyas y señaló con él la oscuridad revelada al desgarrarse la cortina
plateada. «¡Contemplad la luz de Egipto!». El candidato, con su sencilla toga blanca,
miró la total oscuridad enmarcada por las dos columnas inmensas con cabeza de loto,
entre las cuales había estado colgado el velo. Mientras observaba, una bruma
luminosa se distribuyó por toda la atmósfera hasta que el aire se convirtió en una
masa de partículas brillantes. El rostro del neófito se iluminó con el suave resplandor,
mientras exploraba la nube reluciente en busca de algún objeto tangible. El iniciador
volvió a hablar: «Esta luz que observáis es la luminosidad secreta de los Misterios De
dónde procede nadie lo sabe, salvo el “maestro de la luz”. ¡Heló aquí!». De pronto, a
través de la neblina reluciente apareció una figura rodeada de un brillo verdoso
titilante. El iniciador bajó su bastón e, inclinando la cabeza, posó una mano de lado
contra su pecho, a modo de humilde saludo. El neófito retrocedió sobrecogido,
enceguecido en parte por el esplendor de la figura revelada, pero el joven cobró coraje
y volvió a mirar al Uno Divino. La Forma que tenía delante era bastante más grande
que la de un hombre mortal. El cuerpo parecía en parte transparente, de modo que se
podían ver el corazón y el cerebro latiendo, radiantes. Mientras el candidato
observaba, el corazón se convirtió en un ibis y el cerebro, en una esmeralda brillante.
En Su mano, aquel Ser misterioso llevaba una vara con alas, con serpientes
enroscadas. El anciano iniciador levantó el bastón y exclamó en voz alta: «Todos os
aclaman, Thot Hermes, tres veces grande; todos os aclaman, príncipe de los hombres;
¡todos os aclaman a vos, que estáis subido a la cabeza de Tifón!». En el mismo