Page 50 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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las profundidades del pensamiento filosófico debe familiarizarse con las enseñanzas

  de los sacerdotes iniciados, que fueron los primeros custodios de la revelación divina.
  Se supone que los Misterios eran los guardianes de un conocimiento trascendental tan

  profundo  que  resultaba  incomprensible  salvo  para  el  intelecto  más  elevado  y  tan

  poderoso que solo se podía revelar sin riesgos a quienes carecían de toda ambición

  personal  y  habían  consagrado  su  vida  al  servicio  desinteresado  de  la  humanidad.
  Tanto  de  la  dignidad  de  aquellas  instituciones  sagradas  como  de  la  validez  de  su

  afirmación de que poseían la sabiduría universal dan fe los filósofos más ilustres de la

  Antigüedad,  que  se  habían  iniciado  en  las  profundidades  de  la  doctrina  secreta  y

  daban testimonio de su eficacia.
       Es legítimo formularse la pregunta siguiente: si estas instituciones místicas antiguas

  tuvieron  tanta  trascendencia,  ¿por  qué  disponemos  en  la  actualidad  de  tan  poca

  información  acerca  de  ellas  y  de  los  arcanos  que  decían  poseer?  La  respuesta  es
  bastante sencilla: los Misterios eran sociedades secretas que obligaban a sus iniciados

  a guardar un secreto inviolable y castigaban con la muerte la traición de los deberes

  sagrados.  Aunque  aquellas  escuelas  fueron  la  verdadera  inspiración  de  las  diversas
  doctrinas promulgadas por los filósofos antiguos, el origen de aquellas doctrinas no se

  revelaba  jamás  a  los  profanos.  Además,  con  el  correr  del  tiempo,  las  enseñanzas

  quedaron unidas de forma tan inextricable a los nombres de quienes las difundieron

  que  las  verdaderas  fuentes  —los  Misterios—,  de  tan  recónditas,  se  perdieron  en  el
  olvido.

       La lengua de los Misterios es el simbolismo; de hecho, es la lengua no solo del

  misticismo  y  la  filosofía,  sino  de  toda  la  naturaleza,  porque  todas  las  leyes  y  los

  poderes  que  actúan  en  el  universo  se  manifiestan  ante  las  limitadas  percepciones
  sensoriales del hombre por medio de símbolos. Todas las formas que existen en la

  esfera  diversificada  del  ser  son  símbolos  de  la  actividad  divina  que  las  produce.

  Mediante  símbolos  han  procurado  siempre  los  hombres  comunicarse  mutuamente
  aquellos pensamientos que trascienden las limitaciones del lenguaje. Tras rechazar los

  dialectos  creados  por  el  hombre  por  inadecuados  o  indignos  de  perpetuar  ideas

  divinas,  los  Misterios  eligieron  el  simbolismo  como  un  método  ideal  y  mucho  más

  ingenioso  de  conservar  su  conocimiento  trascendental.  Con  una  sola  figura,  un
  símbolo puede revelar y ocultar al mismo tiempo, porque, para el que sabe, el tema

  del símbolo resulta evidente, mientras que, para el ignorante, la figura sigue siendo

  inescrutable.  Por  consiguiente,  quien  pretenda  descubrir  la  doctrina  secreta  de  la

  Antigüedad no debe buscarla en las páginas abiertas de los libros que podrían caer en
  manos  de  quienes  no  los  merecen,  sino  en  el  lugar  en  el  que  fue  escondida
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