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Entonces empezamos grupos en casas, que por lo general no son netamente evan-
gelísticos, pero como el libro tiene base bíblica ha funcionado muy bien; la gente se
interesa en el tema, y después ellos mismos piden leer la Biblia.
Un hombre que venía a las charlas de las casas empezó a crecer en la fe, y un día
nos dijo:
–¿Cuándo vamos a estudiar la Biblia? Solamente la Biblia, quiero que me la expliquen.
Le dije:
–Esto es lo que estamos haciendo justamente ahora, estamos hablando de su Biblia.
Este es el proceso: tenemos grupos grandes y grupos pequeños de discipulado imi-
tando a Jesús, quien también dedicó tiempo a explicarles el evangelio a sus discípulos.
Hay que empezar como Jesús, con los doce, un pequeño grupo que se va desarrollan-
do. También está el seguimiento uno a uno, en forma personal. El Señor habló con la
mujer samaritana junto al pozo, él la ministró y fue muy eficaz.
Leemos “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos” (Mateo 18:20). Esta palabra nos muestra el poder que se genera cuando una
persona asiste a los grupos pequeños, allí algo ocurre.
A veces se produce un encuentro con Dios a solas, algo muy personal. Por ejemplo,
se encontraban leyendo la Biblia en un hotel y vieron un pasaje a través del cual el
Señor mismo los ministró. Estos encuentros también son reales.
Aprender a:
1) Estar con Jesús, permanecer en Él, ser feliz a su lado.
2) Escucharlo, cómo entender cuando Dios habla; cómo resistir la tentación.
3) Sobre la sanidad, la importancia del toque de Dios.
4) Influir en los demás, cómo invitar a otros y dar nuestro testimonio personal.
5) Amar, a confiar en Dios.
6) Orar, a buscarlo en oración.
7) Ministrar, gobernar la mente, las palabras, los dones, el dinero, el cuidado del cuerpo. 3
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