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No es solamente que vengan y se vayan, tenemos que ir a ellos y darles de distintas
maneras, en lo que se pueda.
En física se denomina fisión a la reacción en la que el núcleo del átomo al ser bom-
bardeado se parte y descompone en dos nuevos núcleos del mismo orden de magni-
tud con gran desprendimiento de energía y se comienza a multiplicar. Lo contrario es fusión.
Este poder multiplicador es el que queremos destacar para la iglesia. Como fusión no
es un término usado comúnmente, utilizaremos la palabra expansión.
Jesús nos dio un gran ejemplo al decir: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y has-
ta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Esto nos invita a ir a distintas culturas, empezando
por lo local, por Jerusalén, y simultáneamente a Judea, a Samaria y hasta los confines
de la tierra. Pero, no debemos esperar a ganar todo Jerusalén para seguir, sino que es
algo simultáneo, y ese es el poder de expansión. El poder de salir al exterior, en vez
de quedarnos dentro.
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