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La espiritualidad es fundamental en el plantador de iglesias, su mirada debe ir más
allá de la parte física, de la parte material, desarrollar un ojo espiritual que pueda ver
cómo están las personas.
Integridad. Si no hay integridad en la vida, en las finanzas, en las relaciones, en la
palabra dada; cuando el sí, no es sí; y el no, no es no, cuando llegan las presiones, los
problemas saltan. Bajo presión, a veces la persona se desintegra, cae en su vida moral,
en las finanzas... Por eso el obrero plantador de iglesias debe ser una persona íntegra,
porque estará bajo mucha presión.
Plantar una iglesia no es para cobardes ni para débiles de corazón, es esforzase e ir
adonde nadie ha ido. Puede que en el camino se encuentre con la oscuridad misma del
infierno, y si no hay integridad de corazón es imposible sostenerse.
Se debe tomar la decisión antes, previamente, en cuanto a cómo vamos a actuar
en una determinada situación; esto es muy importante porque ayuda a mantener la
integridad. Es como cuando quiero salir a correr. Cuando me despierto a las 5 de la
mañana, no tomo la decisión en ese momento de salir a correr, ya tomé la decisión
antes. Solamente me levanto y voy, porque ya tomé la decisión de antemano. Lo mis-
mo sucede con ser una persona íntegra.
Educación. También es muy importante la educación. Un plantador de iglesias siem-
pre estará aprendiendo. Yo cursé un bachillerato pero después hice un máster, y sigo,
quiero hacer un doctorado, porque creo que lo importante es estar siempre apren-
diendo, no quedar clavado en lo que ya sé, sino seguir, crecer.
Comunicación. Un plantador de iglesias tiene que saber comunicarse. Hay que
aprender a comunicar el mejor mensaje del mundo, anunciar el amor de Dios de
manera simple, eficaz, para que la gente lo entienda.
También hay que manifestar liderazgo en todo aspecto, hay que ponerse adelante
para liderar el equipo, a los que están trabajando, sin perder de vista la misión.
Misión, implica claridad, saber cuál es la tarea que está por delante, conocer los
planes y el propósito de Dios. Si el plantador de iglesias no tiene en claro su misión,
siempre va a estar cuestionándose: “¿para qué estoy aquí?”. Debe tener en claro que
no lo mandó su organización, sino Dios.
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