Page 205 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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—cuando Arthas finalmente se hubiera casado y procreado un heredero— podríamos
           reconocer a mi hija y tal vez elevar a mi esposo a un estatus de noble para que su nombre

           quedara inmaculado. Ese día jamás llegó. Pero el Azote sí.


                    Anduin escuchó, su corazón lleno de simpatía. Calia estaba describiendo el ser
           vendida como ganado al mejor postor. Se había rebelado, enamorado y concebido un
           bebé. Una hija. Durante un breve momento, Anduin se preguntó cómo se vería un hijo o

           una hija suyo. Sin importar la apariencia o el género, ese bebé gobernaría el mundo un
           día… y hasta ese momento sería amado profundamente.


                    —No  recuerdo  mucho  de  esa  época.  Recuerdo  estar  tumbada  en  una  zanja
           mientras el Azote pasaba sobre mí. Hasta éste día creo que fue gracias a la Luz que nunca
           me encontraron. Me abrí camino hasta Costa Sur, en dónde mi esposo y mi bebé se habían

           estado escondiendo. Los tres lloramos cuando nos reunimos. Pero no duró.

                    No. No una segunda vez. Anduin se acercó por una de las manos hechas puños.

           Por un momento, estaba tensa bajo la suya y entonces, lentamente, el puño se relajó
           mientras Calia permitía que sus dedos se entrelazaran con los de él.


                    —No tienes que decir nada más, Calia. Lamento haberte molestado.


                    —Está bien —dijo—. Ya he empezado. Creo que quiero terminar.


                    —Sólo si es lo que quieres —le aseguró.

                    Ella le dedicó una leve sonrisa.


                    —Tal vez si le digo a alguien, las pesadillas se detendrán.


                    En su interior, él se contrajo por el dolor; no tenía una respuesta para eso. Ella
           prosiguió.


                    —Nadie  me  reconoció.  Todos  asumieron  que  estaba  muerta.  Fuimos  felices
           durante un tiempo. Y entonces vino el Azote. Huimos. No estaba dispuesta a abandonar

           nuevamente a mi familia, pero nos separamos en la multitud. Me paré en medio de la
           calle, gritándoles. Alguien se apiadó de mí, subiéndome a su caballo y galopando hasta
           pasar los límites de la ciudad apenas a tiempo. Había un grupo de refugiados en el bosque.

           Muchos de nosotros esperamos, desesperados por noticias de nuestros seres queridos. A
           veces  las  plegarias  eran  respondidas  y  hubo  reuniones  que  fueron…  —Su  voz  se
           desvaneció— Nunca los vi de nuevo.


                    Y entonces, con una realización que hizo que dejara de respirar por la sorpresa,
           Anduin entendió por qué Calia había decidido hacer amistad con un renegado. Por qué,






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