Page 23 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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El camino del Jefe de Guerra a través de la ciudad le había llevado primero a una
           callejuela alineada con algunas tiendas llamadas La Calle Mayor y después al Valle del

           Honor. La Calle Mayor alguna vez fue un buen nombre para esa área que colindaba con
           una pared de cañón en una parte menos que salada de la ciudad antes del Cataclismo. Con

           ese terrible evento, La Calle Mayor, como gran parte de la asediada Azeroth, cambió
           físicamente. Al igual que la propia Sylvanas Windrunner, emergió de entre las sombras.
           La  luz  del  sol  ahora  iluminaba  las  sinuosas  y  sucias  calles.  Establecimientos  más
           respetados, como las tiendas de ropa o las tiendas de suministro de tinta, parecían florecer

           también.


                    —Se llaman así mismos el Consejo Desolado —continuó Nathanos.

                    —Un nombre bastante autocompasivo —murmuró Sylvanas.


                    —Tal vez —concedió Nathanos—. Pero es un claro indicador de sus sentimientos.


                    Echó un vistazo hacia ella mientras cabalgaban.


                    —Mi reina, hay rumores acerca de cosas que has hecho durante la guerra. Algunos
           de ellos son verdad.


                    —¿Qué clase de rumores? —preguntó, tal vez demasiado pronto. Sylvanas tenía
           planes acerca de planes y se preguntaba cuáles se habían filtrado en el reino de los rumores

           entre su gente.

                    —Las noticias los han alcanzado acerca de algunos de tus esfuerzos más extremos

           para continuar con su existencia —dijo Nathanos.

                    Ah. Eso.


                    —Asumo que también les han llegado noticias de que Genn Greymane destruyó

           su esperanza —Sylvanas respondió amargamente.

                    Ella había tomado su insignia, el Windrunner, a Stormheim a las Islas Abruptas

           en búsqueda de más Val’kyr para resucitar a los caídos. Era, hasta ese momento, la única
           forma que Sylvanas había encontrado para crear más renegados.


                    —Casi fui capaz de esclavizar a la gran Eyir. Ella me habría dado el Val’kyr para
           toda la eternidad. Nadie de mi pueblo habría muerto otra vez —hizo una pausa—. Hubiera

           podido salvarlos.

                    —Esa es… su preocupación.


                    —No le des más vueltas, Nathanos. Sé directo.





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