Page 28 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Nathanos todavía permanecía callado. Siguieron el serpenteante camino hacia el
Valle de los Espíritus, el tradicional asiento de los trolls. Estaban muy orgullosos de sí
mismos, estas pocas “primeras” razas. Sylvanas creía que nunca aceptaron realmente las
siguientes razas –los elfos de sangre, los goblins y su propia gente– como miembros
“reales” de la Horda. Le divertía que, desde que los goblins se unieron a la Horda, se
habían asentado en el Valle de los Espíritus y casi habían arruinado su área asignada.
Al igual que los tauren, los trolls se encontraban dentro de los primeros amigos
de los orcos. El líder orco, Thrall, había nombrado la tierra de Durotar por su padre,
Durotan. Orgrimmar también fue nombrada para honrar a uno de los primeros Jefes de
Guerra de la Horda, Orgrim Doomhammer. De hecho, hasta Vol’jin, todos los Jefes de
Guerra habían sido orcos. Y hasta Sylvanas, todos habían sido miembros de las razas
fundadoras originales. Y varones.
Sylvanas había cambiado todo eso y estaba orgullosa de ello.
Como ella, Vol’jin había dejado a su pueblo sin líder tras su ascensión a Jefe de
Guerra. Los trolls se pararon sin ninguna cara pública que los representara, excepto
potencialmente Rokhan; al menos los renegados la tenían en el papel de Jefe de Guerra.
Sylvanas se recordó que debía nombrar a alguien como cabeza de los trolls tan pronto
como fuera posible. Alguien con quien pudiera trabajar. A quien pudiera controlar. Lo
último que necesitaba era que los trolls escogieran a alguien que tal vez deseara desafiar
su posición.
Aunque muchos la habían recibido con vítores y sonrisas, Sylvanas no se
engañaba pues no era universalmente adorada. Había llevado a la Horda hacia una victoria
aparentemente imposible y por ahora al menos, parecía que sus miembros eran solidarios
con ella.
Bien.
Asintió cortésmente a los trolls, después se preparó para encontrarse con el
siguiente grupo.
A Sylvanas no le importaban mucho los goblins. Aunque su propio sentido del
honor era fluido de alguna forma, podía apreciar el honor en otros. Era, como muchas
otras cosas, un eco de algo que alguna vez escuchó. Sin embargo, en lo que a ella
respectaba, los goblins eran poco más que parásitos feos, rechonchos y avaros. Oh, eran
inteligentes. A veces peligrosos tanto para ellos mismos como para otros. Eran creativos
e ingeniosos, de eso no cabía duda. Pero prefería los días en los que la única relación que
tenía con ellos era únicamente financiera. Ahora eran miembros plenos de la Horda y
debía pretender que le importaban.
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