Page 317 - El Misterio de Belicena Villca
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nombran en Medina del Campo a los primeros inquisidores, los frailes domínicos
Miguel Morillo y Juan de San Martín, quienes actuarán juridícamente secundados
por fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis, tío y padre de Lito de Tharsis,
respectivamente. Dos edictos redactados por éstos, concediendo un plazo para el
arrepentimento de los herejes, pasado el cual serían juzgados, produjo
numerosas conversiones, pero nada impidió que dos mil judíos fuesen quemados
en menos de un año.
Cuando en 1483 el prior del Convento de Santo Domingo de Segovia, fray
Thomas de Torquemada, es nombrado Inquisidor General de la Corona de
Castilla, fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis pasan a revistar como sus
asesores jurisconsultos, a quienes se encarga la redacción del Manual de la
Inquisición moderna. La aplicación de estas leyes demostraría claramente cuán
inútil era pretender la conversión al cristianismo de los judíos, a la que ellos
accedían falsamente mientras continuaban practicando el satanismo en secreto.
Frente a la evidencia los Reyes católicos decretaron el 31 de Marzo de 1492 la
expulsión de los judíos de los Reinos de Castilla y Aragón en el plazo de cuatro
meses, medida más benigna que la de Felipe el Hermoso pero igualmente eficaz.
El asilo se los brindó nuevamente Portugal pues su Rey, Juan II, había sido
educado por instructores judíos y subestimaba completamente el peligro que
aquellos representaban para la salud del Reino. Pero esta vez la protección
duraría poco, pues en 1495 muere Juan II dejando como heredero de la corona a
Manuel I: para infortunio de los hebreos este Rey estaba casado con una hija de
los Reyes Católicos y sumamente esclarecido sobre los motivos de la Inquisición
española. En 1497 firma un decreto semejante al castellano de 1492, por el cual
se expulsa a los judíos del territorio portugués. El destino del Pueblo Elegido los
llevaría ahora a Holanda, particularmente a Amsterdan, que ganó el apodo de “La
Nueva Jerusalén”, y otras ciudades importantes, así como también los Países
Bajos, donde pronto controlaron los resortes del poder, practicaron la
especulación y convirtieron a esas naciones en las potencias bancarias y
masónicas que conocemos en la actualidad.
Atrás de todas estas persecuciones españolas contra el Pueblo Elegido,
naturalmente, se encontraba la Casa de Tharsis, que procuraba frenar la llegada
de Quiblón. Pero tal objetivo, como lo sugería el Capitán Kiev, sería muy difícil de
realizar: en 1484 el Gran Mago Hebreo ya se encontraba en España y en 1492
consagraría las “nuevas tierras de la India”, habitadas por tres pueblos
“sacrificables”, a la “Gloria de Jehová Dios”.
Quiblón era un judío converso oriundo de Galicia, a los que en la Edad
Media se denominaban ginoveses. Fue educado secretamente como Rabino y
Cabalista. Para favorecer su Alta Misión, se le inventó luego una historia apócrifa,
oscureciendo todos los datos que permitiesen conocer su origen y borrando las
pistas de sus pasos. De ello se ocuparían durante los siglos siguientes sus
hermanos de Raza. Tal como lo exige la Cábala para quien ha de recibir de la
Shekhinah la Voz de Metatrón, el Rabbí debería poseer Setenta Nombres; de
ellos conocemos sólo algunos: Scolnus, Scolvus, Scolvo, Skolvus, Skolvo,
Kolonus, Scolom, Skolum, Colum, Colom, Colombo, Colón, etc. Vale decir,
que me refiero a Cristóphoro Colombo o Cristóbal Colón, el célebre Almirante
más conocido por el “descubrimiento” del continente americano que por sus
actividades esotéricas.
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