Page 755 - El Misterio de Belicena Villca
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HIPEREPILOGO


                 Córdoba, 7 de Junio de 1981.


                        Al lector de este libro:

                                      Verdaderamente, era mi intención dar por concluido “El
                 Misterio de la Sabiduría Hiperbórea” en la página anterior. En ese momento no
                 tenía más que decir. Pero hoy, una semana después, ha sucedido algo que echó
                 nueva luz sobre el problema que me ocupaba, esto es, la localización de la Orden
                 de Caballeros Tirodal:  creo haber obtenido, al fin, una pista segura. Y creo
                 que es mi deber de Honor compartirla con el lector, brindarle a él la misma
                 oportunidad que dispongo Yo ahora.
                                      Pero, antes de ofrecer tal información, expondré en forma
                 sucinta lo que me ha ocurrido en el día de ayer.
                                      Buscaba una iluminación interior, ya que la búsqueda exterior
                 no me llevaba a ninguna parte. Por eso escribí el presente libro; y fue al
                 terminarlo que, ya mucho más sereno, decidí probar por una vía que aún no
                 había intentado. Ayer por la tarde, sin mediar aviso alguno, me dirigí a la casa de
                 Oskar Feil, el difunto amigo de tío  Kurt, y quien había encontrado primero la
                 Orden de Caballeros Tirodal. Como lo  supusiera, su esposa, una amable y
                 simpática mujer de nacionalidad italiana, ignoraba todo lo concerniente a la
                 ubicación de la Orden Tirodal. Me aseguró que Oskar murió de muerte natural,
                 pero muy feliz por las satisfacciones espirituales que recibiera en los últimos
                 años.
                                      Sabía sobre la existencia de la Orden, y bastante más sobre
                 la historia de tío Kurt, y se extrañó de que él no la hubiera mencionado. Le
                 expliqué que con tío Kurt no tuvimos  demasiado tiempo para hablar, y que él
                 había dejado pendiente muchos temas a los que ya jamás me daría respuesta:
                                      –Pero ¿qué le ha pasado  a Kurt? –preguntó ella–. ¿Ha
                 muerto? Si es así le diré todo lo que sé, que no es bastante, y mucho menos de
                 lo que busca. Mire, yo sé de Ud.: sé que es un sobrino de Salta, hijo de su
                 hermana y de un alemán argentino. ¿Y sabe como lo sé? No por Kurt, que jamás
                 diría nada, sino por el bueno de Oskar, que le amaba como a un hermano y
                 compartió conmigo toda su historia. Por eso le referiré lo que él no le dijo: Yo soy
                 italiana, eso es obvio; lo que no es  tan obvio es que Yo era una novicia del
                 Monasterio donde Von Grossen y Oskar  Feil debieron refugiarse dos años,
                 después de 1945, con la compañía posterior de su tío Kurt. Bien, Oskar y Yo nos
                 enamoramos, y cuando se vino a la Argentina, no tardé en seguirlo y casarme
                 con él en este país, donde hemos sido muy felices: tuvimos una pareja de hijos
                 que ya van a la Universidad. Por eso me extraña que no me mencionara, pues su
                 tío me conocía casi tanto como Oskar. ¿Y qué le ha ocurrido a él? Cuéntemelo
                 con confianza; ¿ha debido huir de esos terribles enemigos que según Oskar no
                 cesarían de buscarlo hasta su muerte?
                                      –No Señora –aclaré–. Afortunadamente tío Kurt no ha
                 muerto, no obstante ser cierto lo que Ud, supone: aquellos “terrribles enemigos”
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