Page 127 - Mitos de los 6 millones
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constar que se trata de una excepción, es decir, de la confirmación de la regla – se cita a un
                        sacerdote que se opuso a los nazis en razón de su política racial y fue enviado a Dachau.
                              Los ingleses no salen mejor parados: «La B.B.C. no ha dicho ni una sóla palabra
                        sobre la suerte corrida por los judíos en Polonia, cuando en cambio sí ha mencionado el
                        fusilamiento de algunos guerrilleros polacos» (página 319). Una pregunta parece imponerse
                        al lector menos advertido: ¿No será que la B.B.C. no dijo nada porque no  tenía nada que
                        decir? ¿Es posible que le  pasara por alto a la emisora oflcial del Gobierno Británico el
                        pretendido gaseamiento de millones de judíos y no el de unos centenares de guerrilleros
                        polacos? ¿Es lógico que la B.B.C. – que dependía del Gabinete de Guerra Inglés –
                        desperdiciara un arma propagandística tan importante como era el airear el genocidio de
                        millones de judíos en Polonia?
                              «Holocausto» es un libelo contra dás de media Humanidad; Porque, a parte los
                        judíos – y no todos, como veremos más adelante – los restantes grupos étnicos
                        mencionados con presentados como asesinos y dementes. Los judíos son las inocentes
                        víctimas de una Humanidad desquiciada, y no sólo de unos extraviados: «Somos lo que
                        siempre fuimos: víctimas»,(pag. 139). Y ¿porque sonvictimas? El agudo literato Green
                        nos lo explica a los simples mortales: «Si ansían de forma tan desesperada matamos,
                        seguramente es porque valemos la pena, porque somos valiosos, importantes para el
                        mundo» (página 255). Más adelante (página 359) el Autor se repite, en una exhibicion
                        narcisista que deja boquiabierto al lector ingenuo: «Si tenían unas ansias tan terribles de
                        destruirnos seguramente es porque somos.gente de valía, gente importantb. Incluso es
                        posible que tengamos algo que enseñarle al mundo».
                              Hemos dicho que la diatriba contra la Humanidad sólo excluye a los judíos, y no a
                        todos. En efecto: en la página 72 se admite que los terribles «kapos» del universo
                        concentracionaiio eran, en gran parte... judíos. «Los nazis sabían cuanto les beneficiaba el
                        enfrentar a los judíos entre sí. Eso explica el sadismo de los kapos». (Página 127). «El jefe
                        de Policía del Ghetto de Varsovia, un judío llamado Karp, quien se había convertido al
                        Catolicismo para ganarse el favor de la SS» (página 187). Es curioso, pero, según
                        «Holocausto», el clero católico que – como hemos visto – teníamanía a los judíos,
                        consideraba que era más importante la religión de los tales judíos que su pertenencia étnica.
                        La SS – gran simpatizante con el Catolicismo – consideraba el agua bautismal como
                        antídoto suficiente contra el peligro judío. Esto es nuevo. El señor Green ha contribuido,
                        en la página 187 de la versión española de su genial obra literaria, a esclarecer un punto
                        histórico dudoso. El mundo es malo. Muy malo. Por eso «quiza ya no quedara escondite
                        alguno; que se hubiera ya sellado el destino de los judíos, rechazados por doquier, inseguros
                        por todas partes» (página 121). ¡Pobres judíos, inmersos en una guçrra en cuya provocación
                        ellos no han tenido nada que ver! Una guerra dirigida por degenerados, tarados, canallas.
                        Porque si los jerarcas nazis son descritos como tales, los Aliados no salen mejor parados de
                        la embestida valerosa de la pluma del señor Green. Junto a Goering, «con su toga romana,
                        perfumado, con las uñas de los pies pintadas y las mejillas con rouge. Rosenberg, con una
                        amante judía. Heydrich, medio judío el mismo. Goebbels, escándalo tras escándalo.
                        Himmler, algo turbio por parte de su mujer. Streicher y Kaltenbrunner, delincuentes
                        comunes, aparece Roosevelt, sifilítico, y Churchill, borracho (página 264).
                              El libelo de «Holocausto» patentiza, una vez más, el desprecio que los sionistas
                        parecen sentir por las facultades mentales de los Goyim (palabra cariñosa con que nos
                        designa el Talmud a los no.judíos y que significa «sementera de animal»: palabreja: que,
                        por cierto, aparece con frecuencia en el libra). Así, pór ejemplo, en la página 362 se dice:
                        «Aquí.(se refiere a Auschwitz) acabamos con doce mil judíos diarios cuando todo está
                        funciánando»... Y esto de los doce mil diarios se repite en las páginas 363, 385 y 420.
                        Pues bien: desde Mayo de 1943 (cuando se afirma que empiezan las ejecuciones masivas en
                        el Este de Europa) hasta febrero de 1945 (cuando los rusos llegaron a Auschwitz)
                        transcurrieron 660 días, que, a doce mil diarios, como se machaca en el libro, representarían

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