Page 162 - AZUFRE ROJO
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«Entraremos en tu tumba con este aspecto». La visión roja del ángel: rūzbihān baqlī, rilke, paradžanov 161
de color escarlata la frente del prometido]. En turco, los poemas ḥallāǧianos comparan a
Ḥallāǧ ensangrentado con la rosa roja abierta ( i a bujarí; Lāmi‘ī), pues «la sangre es del
color de la rosa roja». Para los poetas místicos posteriores la sangre del mártir muerto «en la
vía de Dios» es sagrada. Así, la rosa roja, que proviene de la «gloria de Dios» (bahā l Lāh), es
el símbolo de la perfección buscada, emblema sagrado de lo divino. La alusión a Ḥallāǧ se
hace totalmente explícito en el siguiente pasaje de una belleza sobrecogedora:
«Una noche vi al santísimo, la Verdad ( a rat al aqq) –el exaltado–
sentado junto a mí. En mi derredor había profundas acequias secas.
[Como signo de sacrif cio], Dios –el altísimo– me tomó y me dego-
lló . Grandes regueros de sangre salieron de mi cuello y llenaron por
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completo las acequias. Los regueros de mi sangre eran como rayos de
sol naciente , más grandes que las regiones de los cielos y la tierra.
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Multitudes de ángeles tomaban de mi sangre y se untaban con ella
sus caras.» 16
El párrafo del diarium spirituale (§ 37), que da título a nuestro análisis es aquel en el que Rūz-
bihān hace referencia a su propia muerte:
«Vi repetidamente a Dios bajo los Atributos de la belleza y la
majestad. Con Él había ángeles como hermosas mujeres, con trenzas
tan largas que si una de ellas creciera un poco más llegaría hasta
la tierra. Dije: “¡Oh Dios mío!, ¿cómo tomarás mi espíritu?”. Él
contestó: “Llegaré hasta ti desde el seno de la preeternidad. Tomaré
tu espíritu con Mi mano y lo llevaré hasta la morada de la intimidad.
Allí te daré a beber el vino de la cercanía y te desvelaré por siempre
Mi belleza y Mi majestad, tal como tú lo deseas, sin velo alguno”.
Entonces vi a Gabriel, Miguel, Seraf el y Azrael –sea la paz con el-
los– portando mantos de luz de una belleza tal que no soy capaz de
describir. Vi a Munkir y Nakir [los dos ángeles que interrogan a las
almas tras la muerte] como dos bellos y afables adolescentes, tocando
el laúd a la cabecera de mi tumba y diciendo: “Estamos enamorados
14 Aquí se hace necesaria la referencia al martirio de Ḥallāǧ, que muere decapitado. Según Louis
Massignon, el símbolo de la dabī a (sacrif cio) del a abrahámico está subyacente a toda esta imag-
inería sangrienta. «La Vie et les œuvres de Rûzbehân Baqlî» (1953), en L. Massignon, pera minora,
comp., pres. y bibl. de Y. Moubarac, 3 t., Beirut: Dar al-Maaref, 1963, t. II, p. 453, n. 3.
15 Rûzbihān ve a Dios: «Con el primer f lo de la aurora de la preeternidad, me hundí en la sangre
derramada por los abdāl (santos). […] Y Él me indicó que ésta era mi propia sangre.» (§ 93).
16 esvelamiento, § 28, p. 229; voilement, § 25, pp. 148-9.