Page 166 - AZUFRE ROJO
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«Entraremos en tu tumba con este aspecto». La visión roja del ángel: rūzbihān baqlī, rilke, paradžanov 165
gras llamas del aire, ve cómo brota la sangre de la herida del pecho y
golpea las llagas de las manos: a no ve más que sangre. Pero entonces un
ángel se arroja junto a ella, y colocado de través, la ayuda; y otros dos
ángeles, como mariposas pálidas, surgen bajo las manos que gotean,
surgen arriba, en el ámbito de la noche, y vuelan hacia la sangre,
como para abrazarla, arrebatados por las manos desnudas, y quieren
coger la sangre como si uera m sica.» 25
«Como si fuera música». Cuando, unos años más tarde, Rilke se pregunta qué ha querido
decir él mismo cuando escribió, en la penumbra de la sala del museo del Prado, la palabra
m sica en el catálogo, al margen de esta ruci ión de El Greco, sólo tiene que mirar, una
vez más, a los ángeles: están reteniendo una sangre que brota como música. Y le pregunta
a Benvenuta –Magda von Hattingberg–: «¿No has querido tú también algunas veces, con
el corazón sobresaltado, retener así la música, y no has podido? Y si alguna vez has podido
hacerlo, ¿no ha sido por la ayuda de los ángeles, que te han conducido y guiado a lo más
hondo?». Magda von Hattingberg [de soltera Magda Richling] comprendió al momento que
Rilke era un místico y un vidente. En un juego intrigante pero nada inocente, Rilke entraba
en los aspectos «ocultistas» de la música, y le preguntaba: «¿Acaso la música es la resurrec-
ción de los muertos?» .
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Por eso Rilke volverá una y otra vez a contemplar la sunción del museo de San Vicente,
donde un ángel ingrávido convierte en un misma y contínua realidad el ramo de rosas que
rozan sus pies y la túnica celeste de la Virgen que alcanzan sus manos . Y la última tarde de
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su estancia en Toledo irá apresuradamente a contemplar –él sabe que por última vez– esta
sunción de El Greco, y allí permanece, hasta que el ruido de llaves del celador le avisa que
tiene que abandonar el pequeño museo. Tan intensa ha sido la contemplación, que puede
describir el cuadro, varios días más tarde, lejos ya de Toledo, aunque en el lienzo Rilke sólo
ve ya ángeles, ángeles que ascienden, y todo lo demás ha desaparecido: «Un ángel enorme
irrumpe oblicuamente en el cuadro, y otros dos ángeles tan sólo se elevan. El resto de la
escena no podía ser otra cosa que ascensión, subida, y nada más. Esto es física del cielo.»
Rilke ha querido que esta escena del lienzo sea su último recuerdo de la ciudad, como le dice
a Leo von Künig en carta del 20 de diciembre.
25 Carta del 13 de febrero de 1914 a Magda von Hattingberg. (La cursiva es nuestra). Cit. K. Win-
kelvoss, ilke, la pens e des eu , París: Publications de l’Institut d’Allemand; Université de la Sorbonne
Nouvelle, 2004, p. 129; A. Pau, ida de ainer aria ilke. La belleza el espanto, Madrid: Trotta, 2007,
pp. 253-4.
26 M. Wiesenthal, o.c., pp. 807, 808-9.
27 . A. Pau, ida de ainer aria ilke, o.c., p. 251.