Page 168 - AZUFRE ROJO
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«Entraremos en tu tumba con este aspecto». La visión roja del ángel: rūzbihān baqlī, rilke, paradžanov  167





               Ese tránsito tan natural «de lo sensible a lo suprasensible» que realizan los ángeles de El
               Greco es lo que asombra al poeta, porque lo que él se afana en realizar con esfuerzo, esos
               ángeles los hacen con la más visible facilidad. Ellos, los ángeles, son los seres que surcan con
               naturalidad ambos mundos, los que transitan sin barreras por lo visible y por lo invisible. El
               ángel como vínculo de lo visible y lo invisible. Los ángeles son los seres más presentes en las
               Eleg as: desde el arranque de la «Primera» –«¿Quién, si yo gritara, me oiría desde los coros
               / de los ángeles?»– hasta el arranque de la «Décima» y última –«Ojalá un día, libre ya de la
               terrible visión que me acosa, se eleve mi canto de júbilo y alabanza hasta los ángeles propi-
               cios»–. Enlazando la pregunta de la primera frase con el deseo expresado en la segunda, el
               tránsito resulta claro: «ahora», en este «mundo visible», el poeta se siente muy lejos de los
               ángeles, a los que pueden no llegar sus gritos de angustia; «luego», «a la salida», es decir, en
               el umbral que separa el mundo visible y el invisible, el poeta aspira –confía, espera– no ya a
               ser oído por ellos, sino a cantar con ellos «el júbilo y la alabanza».


               En la «Novena Elegía», el ángel ya no es un terrible antípoda del hombre. En este poema
               triunfal, los ángeles son concordes (zustimmend) con el hombre. Esa concordia no puede ser
               otra cosa que la existencia común entre ambos mundos, el visible y el invisible. En la célebre
               carta del día 13 de noviembre de 1925 a Witold Hulewicz, traductor polaco de Las Eleg as de
                uino (Cartas desde Muzot), el año anterior a su muerte, Rilke escribe:

                           « omos las abejas de lo invisible.  ous butinons  perdument le miel du visible,
                           pour l accumuler dans la grande ruche d or de l  nvisible. […] Sólo en nosotros
                           puede cumplirse esa íntima y permanente transustanciación de lo
                           visible en invisible […]. El “ángel” de las Eleg as no tiene nada que
                           ver con el ángel del cielo cristiano (más bien con las f guras angélicas
                           del Islam)… El ángel de las Eleg as es esa criatura en que aparece ya
                           plenamente cumplida la transformación de lo visible en invisible que
                           nosotros realizamos. […] El ángel de las Eleg as es ese ser que ga-
                           rantiza el reconocer en lo invisible un rango más alto de la realidad.
                           Por eso es “terrible” para nosotros, porque nosotros, sus amadores y
                           transformadores, todavía dependemos de lo visible.»
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               Rilke habla de una «equivalencia interior (inneres Äquivalent)»: «En el paisaje español, en
               Toledo, las cosas externas –torre, montaña, puente– tienen, con una intensidad inaudita,
               insuperable, una equivalencia interior, tal como uno hubiera querido representárselas. Apa-
               rición y visión del objeto se producen a un tiempo, como si a cada objeto correspondiera un
               mundo interior, como si un ángel, que abarcara todo el espacio, se hubiera vuelto ciego y


               32 En R. M. Rilke, Eleg as de  uino, ed. bilingüe; trad. y pról. de J. M.ª Valverde, Barcelona: Lumen,
               1980, pp. 21-3;  ida de  ainer  aria  ilke, o.c., pp. 410-12.
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