Page 177 - AZUFRE ROJO
P. 177

176         Antoni  Gonzalo  Carbó        |        El Azufre  Rojo  VIII  (2020), 153-199.        |        ISSN: 2341-1368





               visto Su esplendor –loado sea– del color de la rosa roja. Pero esto sucedía mundo tras mundo,
               como si las rosas rojas brotaran de Él, sin que yo pudiera ver el f nal. Entonces mi corazón se
               acordó del propósito [del Profeta]: “La rosa roja emana del esplendor de Dios el Altísimo.”»
               (§ 52). La «rosa del amor» que devela al místico el esplendor de Dios es pues el símbolo de la
               teofanía: «Luego Él Se reveló en Su majestad de tal forma que parecía que llenaba el mun-
               do de rosas rojas, que es la luz de Su esplendor.» (§ 80). Las rosas rojas están vinculadas a la
               presencia del Altísimo:

                           «Vi rosas rojas en la presencia de Dios –gloria a Él– dispuestas para
                           ser esparcidas desde la totalidad de la presencia sobre todo el mundo
                           y la gente.» 64

                           «Dios desplegó Su teofanía en la primera parte de la noche y en su
                           mitad; en la primera, desde las cámaras de lo invisible, y, en la mit-
                           ad, desde el empíreo más lejano, como si el Altísimo desplegara Su
                           teofanía en medio de rosas rojas. Nunca vi nada más maravilloso que
                           a Él en estos desvelamientos. […] Dios [me] dijo. “Tú fuiste guiado
                           hacia Mi cercanía y Mi contemplación por Mi propio deseo. Si deseo
                           el favor hacia alguien, abro para él una de las puertas de lo invisible.
                           […] Contesté: “Dios mío, no me siento satisfecho con eso”, y fue
                           como si Le viera y no Le viera, pues sentía como una especie de ceg-
                           uera. Entonces Él apartó ese velo de la ceguera, y Le vi en el mundo
                           interior de lo invisible, pero aun así no Le vi como yo deseaba. Por lo
                           tanto Le imploré. Le vi entonces en el mundo exterior de lo invisible,
                           pero no pude experimentar la realidad de la unión con Él.» 65

               En la Risālat al-Quds la rosa es uno de los símbolos universales de la realeza que consagra la
               realización espiritual de los adeptos de la santidad. Esta es la razón por la cual Rūzbihān no
               vacila en «asociar» los santos, los ángeles y los profetas con las teofanías universales en forma
               de matas de rosas en el malakūt . En el diarium los ángeles tienen el tinte de la rosa roja, lo
                                             66
               64 Desvelamiento, § 101, p. 292.
               65 Ib., § 103, pp. 295-6.
               66 En un pasaje memorable de La Divina Comedia («Paraíso» 30, vv. 124-6), Dante evoca la visión
               paradisíaca de la gloria divina manifestando el reino triunfal de Dios «en el destello de oro de la rosa
               sempiterna que se dilata y se despliega de grado en grado, en la cual reside un perfume de alabanza
               al sol siempre primaveral». Dante retiene y transmite la esencia del símbolo sagrado de la rosa como
               anuncio de la regeneración mística de las almas en el esoterismo cristiano. En la iconografía cristiana,
               la rosa se identif có espontáneamente con Cristo en relación con el Corazón sagrado de Jesús y la
               corona de espinas de la Crucif xión, mientras que el destello púrpura de la rosa recordaba la sangre
               vertida por el Mesías que sufre. Ella deviene pues una de las f guraciones místicas de la regeneración
   172   173   174   175   176   177   178   179   180   181   182