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Su empleo en la antigüedad
Está comprobado que el estudio de las plantas medicinales es más antigua que la
ciencia de la medicina (Allen, 2001) y, lógicamente, tan antiguo como los seres
humanos que la descubrieron.
En los tiempos primitivos el hombre creía que las enfermedades y otras
calamidades eran provocados por los dioses irritados, por los espíritus malignos, o por
la influencia nefasta de los astros, y buscó especialmente en la magia y la religión, el
remedio para estos males (Ratera, 1980). En la antigua Persia era creencia común que el
demonio había creado 99.999 enfermedades y, para combatirlas, se debía recurrir a una
combinación de magia e higiene (Ratera, 1980). Esta medicina teúrgica y primitiva
combatía las enfermedades con talismanes, fórmulas mágicas e invocaciones, y también
se hacían sacrificios a los dioses encolerizados.
Los textos que se refieren a la medicina nos dicen que el uso de las plantas
medicinales se remonta a los tiempos más antiguos de la humanidad (Muñoz, 2002).
Justamente para la medicina antigua, el reino vegetal era una fuente muy importante en
la obtención de remedios, cuya aplicación se relacionaba con las creencias y tradiciones
de los diversos pueblos de Sumeria, Egipto, China, India, Persia, Caldea, Asiria, etc.
(Ratera, 1980). En general todas las antiguas civilizaciones presentaban este rasgo
común.
Uno de los manuales más antiguos que se conoce fue escrito hacia el final del
tercer milenio antes de Jesucristo, y se halló enterrado entre las ruinas de Nippur, desde
hacía más de 4.000 años (Ratera, 1980). Este manual consistía en una tableta de arcilla
de cerca de 16 cm de largo por 9,5 de ancho en el que se habían inscrito, con caracteres
cuneiformes, los nombres de una decena de remedios más usados, en el cual se
mencionan entre otras, las siguientes plantas: abeto, higuera, mirto, peral, y tomillo.
También datan de épocas muy remotas los famosos papiros hallados en el
antiguo Egipto (Sandoya, 1994; Allen, 2001). Estos son documentos muy valiosos para
estudiar la historia del arte de curar, entre los más reconocidos encontramos el papiro de
Ebers (2.278 a. C.) y el de Smith (2.263 a. C.) que exponen el asombroso cuerpo de
médicos con el que contaba el palacio del Faraón, donde se data por primera vez de las
distintas especialidades como odontología y oftalmología (Sandoya, 1994). Los egipcios
desarrollaron habilidades sorprendentes en la manipulación y aplicación de plantas
curativas, puesto que los papiros mencionados, además de contener transcriptos una
serie de drogas y su cultivo (Muñoz, 2002), contienen formulas prácticas para el
tratamiento de heridas, infecciones reumáticas, fiebres, disturbios digestivos (Sandoya,
1994), entre otros. Por ello se sabe que los vegetales más utilizados eran, entre otros, la
acacia, alholva o heno griego, amapola, azafrán, casia, comino, cáñamo, coriandro,
eneldo, lino, pepino y ricino (Ratera, 1980; Allen, 2001).
La medicina en China también se practicó desde los tiempos remotos, y se
emplearon diversas plantas medicinales para curar las enfermedades. Entre ellas el
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