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modos de agrupamiento, el tiempo, las consignas y la evaluación son componentes de la
programación didáctica (Anijovich & Mora, 2009) y, para que ésta funcione los
componentes deben tener cierto sentido de coherencia entre sí, válidos para el
contenido que se ha de enseñar, relevantes para el coordinador y significativo para el
grupo destinatario.
Las estrategias de enseñanza cobran gran relevancia entre la planificación y la
acción. Se entiende como estrategia de enseñanza al conjunto de decisiones que toma el
coordinador para orientar la enseñanza con el fin de promover el aprendizaje de sus
destinatarios o beneficiarios (Anijovich et al., 2009). Es indispensable tener en cuenta
que estas estrategias inciden en: los contenidos que son transmitidos a los participantes;
el trabajo intelectual que estos realizan; los hábitos de trabajo, los valores que se ponen
en juego en la situación del encuentro y el modo de comprensión de los contenidos
sociales, históricos, científicos, culturales, entre otros (Anijovich et al., 2009).
Por otro lado, las estrategias tienen distintas dimensiones y momentos. Durante
la dimensión reflexiva el coordinador diseña su planificación, lo que involucra el
proceso de pensamiento de éste sujeto, el análisis, la consideración de variables y la
toma de decisiones sobre la propuesta educativa; mientras que la dimensión de la acción
involucra la puesta en marcha de las decisiones tomadas (Anijovich et al., 2009).
Además, entre éstas dos dimensiones se expresan, a su vez, tres momentos: “el momento
de la planificación que anticipa la acción” (Anijovich et al., 2009); el momento de la
acción propiamente dicha, y el momento de evaluar la implementación, en el que se
reflexiona sobre los efectos y resultados obtenidos (Alonso, 2006).
Pensar a las estrategias de enseñanza como un proceso reflexivo y dinámico
implica concebir también, al aprendizaje. En este sentido, el aprendizaje es un proceso
que ocurre en el tiempo, lo que no significa que sea lineal, sino que tiene avances y
retrocesos; ocurre en diferentes contextos y nunca puede considerarse como terminado,
sin posibilidad de enriquecimientos futuros o de transformaciones posteriores. Por ello,
para acompañar al proceso de aprendizaje, “es necesario, desde la enseñanza, crear un
ciclo constante de reflexión-acción-revisión o de modificación acerca del uso de las
estrategias de enseñanza” (Anijovich et al., 2009).
Teniendo en cuenta esto, la actividad del sujeto que aprende es clave en la
incorporación de nuevos conocimientos. El aprendizaje es un proceso de adquisición en
el intercambio entre el individuo y su entorno físico y socio cultural: no se da nunca en
un sujeto pasivo. Según Piaget, el mecanismo básico de adquisición de conocimientos
consiste en un proceso en el que las nuevas informaciones se incorporan a los esquemas
o estructuras preexistentes en la mente de las personas, que se modifican y reorganizan
según un mecanismo de asimilación y acomodación facilitado por la actividad del
individuo (Nieda & Macedo, 1997). Este aprendizaje provoca la modificación y
transformación de las estructuras internas que permitirán la construcción de nuevos
aprendizajes de mayor riqueza y complejidad.
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