Page 180 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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El período de la coyuntura ficticia de 1927 a 1929, durante el cual Alemania recibió un
gran número de préstamos extranjeros, resultó, en efecto, una coyuntura positiva para
los ingresos del Estado; pero faltó sin embargo la perspicacia para darse cuenta de que
en esto sólo se trataba de una situación engañosa y pasajera. Esta perspicacia no sólo
faltó por parte del Estado sino que toda la vida pública y privada del país vivió
engañada durante este tiempo, viviendo por encima de sus posibilidades efectivos. Los
elevados ingresos de este período se emplearon en continuos gastos sin acumular
reservas para los años futuros; después, desprovistos de éstas y con un nivel de gastos
muy elevado, quedaron indefensos ante la crisis mundial. Los informes del ex-agente
general de Reparaciones de Guerra, en Berlín, Parker Gilbert, son muy convincentes
sobre este particular. Al retirarse los créditos en el año 1930, se suprimía la base de esta
ilusoria situación y al derrumbarse la Economía, la Hacienda pública tuvo que sufrir
necesariamente un espantoso hundimiento sin evitar de sufrir la falta de ingresos por un
lado y por otro el aumento de las cargas destinadas al auxilio a los obreros parados.
Este ruinoso estado de cosas tuvo como consecuencia la necesidad de reducir los gastos
por doquier, o sea de establecer la deflación para no hacer caer al Estado en el caos de
una bancarrota o en el de una nueva inflación. La deflación produjo una nueva
agravación de la crisis, debido a que aceleró la reducción de los ingresos y la elevación
del paro forzoso con todas las consecuencias que ello llevara consigo.
Esta política de deflación tenía que acabar por producir una fuerte conmoción
financiera, aquella que caracterizó a los años de 1932-33 y que obligó a la adopción de
una política diferente.
La Nueva Política Financiera
Como dijo el ministro de Hacienda del Reich, Conde Schwerin von Krosigk, en una
conferencia pronunciada en el Club Industrial de Düsseldorf, en aquel tiempo no se
podía esperar un surgimiento de la economía mundial, ya que tanto las tendencias
económicas como las políticas no permitían vislumbrar la posibilidad de que se
suprimieran en poco tiempo las trabas existentes. Tampoco se podía esperar que en la
economía alemana se despertaran las energías de regeneración propia, o sea lo que se
llama automatismo, y pasara del estado de anquilosis al de una nueva vida. Esto era
imposible en la práctica porque la crisis había ya corroído muy profundamente el
sistema económico nacional y además porque bajo las condiciones específicas de
Alemania faltaban en absoluto las fuerzas de saneamiento propio en forma de créditos o
capital, de los que disponían otros países.
No quedaba en consecuencia más remedio que la intervención activa del Estado, ni más
camino que el de hacer que el Estado pusiera en la brecha lo único que le restaba: se
crédito.
Ya en la primavera de 1933 existían las condiciones previas indispensables para la
realización de esta política de crédito: la economía, porque el obstáculo de toda posible
reacción económica, es decir las reparaciones, prácticamente había quedado eliminado
desde el verano de 1932 y, además, porque la crisis había llegado a su nivel más bajo y
parecía detenerse en él; la política, porque, con la toma del poder de Adolfo Hitler,
surgió la confianza en un gobierno central, fuerte, autoritario y con miras de larga
trascendencia. Así, a partir de la primavera de 1933, se inició el ataque concéntrico
contra el paro forzoso, por medio de un plan uniforme.
Las medidas inmediatas más importantes fueron las siguientes:
1.º Recargo anticipado del presupuesto del Estado por la emisión de bonos para el
trabajo; concesión de créditos en efectivo, cupones de bonificación de intereses,
préstamos y concesiones especiales de rebaja de impuestos;
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