Page 138 - Egipto TOMO 2
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EL CAIRO
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la vocación de Abraham; la ley de Moisés: el Evangelio de Jesucristo; el Coran de Mahoma.
En su último tercio se encuentra la maravillosa A oche de la dignidad, durante la cual los
mares todos se amansan, se abren las puertas del Paraíso, y el Supremo Hacedor concede
su perdón al mundo. De aquí que en el tiempo referido todo pecador procure bou ai su&
siquiera el Ramadan coincida frecuen-
culpas mediante la estricta observación del ayuno: y
temente con la época más calurosa del año, es indispensable la observancia de la le\ que
prohíbe que se coma y se beba desde la salida á la puesta del sol. y ésta piesciipcion
, que no sólo un bocado para acallar el hambre ó un sorbo de agua para
es tan absoluta
mitigar la sed, sino hasta el fumar está prohibido, por lo mismo que el árabe traga el humo.
Sólo los enfermos, los viajeros y los que se hallan en campana están dispensados del
aún así, con la condición de cumplirlo en cuanto hayan
cumplimiento de semejante deber, y
desaparecido las causas que se opusieron á llevarlo á cabo.
El último dia del mes de Simaban toca á su término: pasadas algunas horas comenzará la
primera noche del Ramadan. Una solemne procesión salida de la morada del cadí, lle\ará
á los fieles el anuncio de que ha comenzado el mes del ayuno, pero semejante anuncio
no puede ser publicado en tanto el débil segmento de la luna, en su cuarto creciente, no
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hava sido observado siquiera por un hombre. En consecuencia, después del medio dia, han
marchado á las alturas del Mokatam diferentes individuos, con el encargo expreso de anun-
ciar la aparición del astro en el instante mismo en que brillará sobre la dilatada extensión
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del desierto. En las cercanías de la ciudadela, delante del palacio de la justicia Bet—el—adü, y
en las calles más espaciosas vese reunida inmensa muchedumbre, que llega á impedir la
marcha del cortejo que se dirige á la morada del cadí, delante de la cual se detiene, en tanto
que los ancianos, el jeque de las fuerzas que escoltan la procesión y el superintendente de
policía penetran en el interior de aquélla y se congregan solemnemente en el di\an del cadí,
para oir la Feticci decisiva. Los mensajeros enviados á la montaña han visto entre tanto la
luna nueva en el principio de su cuarto creciente brillando sobre el horizonte: su mani tes-
tación ha sido consignada en un protocolo especial, y hecha semejante diligencia, el cadí ha
firmado el anuncio relativo á la inauguración ó comienzo del ayuno. Dispárase en la ciudadela
la procesión se divide en diferentes grupos que, precedidos
el cañonazo anunciador; y
respectivamente por una música, recorren la ciudad en todas direcciones, repitiendo incesan-
temente: «Ayunad, ayunad los que seguís la doctrina del mejor de los hombres.» Llegado
este momento prodúcese una exaltación extraordinaria y de naturaleza especial, la cual se
apodera de los árabes v los domina en tanto dura el Ramadan, cosa que se explica fácilmente,
si se tiene en cuenta que no hay quien no procure encontrar la compensación de las horas de
comilonas que en buena paz y compaña se celebran después
abstinencia en los banquetes y
que se ha puesto el sol. — Las calles principales ilumínanse profusamente: en las galerías de
los alminares brillan á centenares los faroles, y desde las aberturas de la mezquita situada en
la ciudadela, derraman su luz sobre el Cairo que se extiende á sus piés, múltiples y vistosas
luminarias. Los cafés á duras penas pueden contener la numerosa concurrencia que en ellos