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é intercesión para con Dios; puesto que si todo el mes trae consigo gran copia de bienes, en
ningún dia son tan copiosos y abundantes como en el duodécimo, especialmente bendecido
por el piadoso Allah.
Epílogo apropiado á esta dilatada serie de festejos y diversiones es la doseh ó cabalgata,
que tiene lugar en la mañana del dia siguiente. Dada la nombradla que ha alcanzado, áun
en Europa, esta ceremonia religiosa, y las muchas descripciones que se han hecho de ella
hasta por viajeros superficiales, se comprende que no sean escasos los errores en que se ha
incurrido respecto de la misma. Se cree ver en ella algo que es propio del Islam; un
producto orgánico de la religión de Mahoma; cuando lo que realmente revela es una ma-
nifestación del culto de los santones: de la superstición que se ha desarrollado entre los
habitantes del Cairo contra la cual se subleva el ánimo de todos los partidarios del Islam,
excepción hecha de los habitantes de la aldea de Berza, cerca de Damasco, que también han
querido tener su cabalgata. Fenómeno tan singular debe tener por fuerza su origen en una
antigua costumbre local. Confirma semejante opinión la siguiente leyenda: «El segundo jefe
»del orden de los derviches, Sadijah, inmediato sucesor del que fundó á Saad, cabalgó un dia,
» ignórase la causa, desde la ciudadela del Cairo hasta su casa, que estaba muy lejos, pasando
»por encima de pedazos de vidrio sin que quebrara uno solo.» En el fondo de esta tradición
singular ha de haber algún hecho para nosotros desconocido: de otra suerte no se explica la
razón del privilegio concedido á todos los jefes de secta, de pasar impunemente á caballo
no sólo sobre pedazos de vidrio, sino encima de cuerpos humanos. Acaso semejante
ceremonia no tiene más objeto que la glorificación de una orden de derviches: la superstición
popular se presta fácilmente á este sacrificio, por lo mismo que todo aquel á quien ha
alcanzado el casco del caballo, se juzga perdonado y aún redimido, en virtud del milagro de
que ha sido objeto. Lo mismo que los vidrios de la leyenda, según aseguran los Sadijahs,
ningún detrimento experimentan en sus personas aquellos sobre cuyos cuerpos tiene lugar la
cabalgata. Al decir de los testigos presenciales, áun cuando el milagro debe realizarse sin
distinción de justos y pecadores, no existe memoria de que se haya verificado la ceremonia
del doseh sin el correspondiente producto de fracturas y contusiones; mas en materia de
milagros sabido es que no se tienen en cuenta las bolas negras. Sea dicho en honor de los
especialmente de los profesores de la mezquita de el-Azhar: éstos miran
cairotas instruidos y
con repugnancia y hasta con prevención la ceremonia que nos ocupa, como desprovista de
racional fundamento y contraria á la ley, y en repetidas ocasiones han elevado su voz en son
de protesta respecto de la tolerancia con que mira el virey la práctica del doseh. Mas todo
esto no ha sido inconveniente para que las muchedumbres, y entre ellas no pocos europeos,
asistan con verdadera fruición á presenciar el espectáculo. A eso de las diez, á cuya hora
llegamos á la plaza, veíase ya una larga fila de coches ocupados por las mujeres del harem ó
por damas europeas, parados en uno de los lados de aquella, en tanto que en el opuesto se
levantaban diferentes tiendas llenas de hombres, y entre ellas la destinada al gobernador.
Penetremos en una de éstas, puesto que tendremos que aguardar dos horas hasta tanto que
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