Page 210 - Egipto TOMO 2
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210                    HASTA TEBAS
                 junto  al  sitio temeroso y arrastrado por  él fué á estrellarse contra  la temible montaña.
                  Completamente arruinado y sin más bienes que el bastón del pordiosero, volvió á su patria
                  diciendo con lágrimas en los ojos:  «Sólo ahora es cuando te conozco, montaña de Abu-
                  Foda;» palabras que se conservan como expresión proverbial entre los marineros del Nilo.
                    La temerosa montaña se inclina paulatinamente hácia el Sur: en dicho punto y poco ántes
                 de haber llegado á Monfalut, aldea insignificante, habitada por felahes, y situada cabe el rio,
                 abandonamos la dahabijeh. Apénas desembarcados nos detuvimos delante de una abertura
                 practicada en la roca, en la cima de la colina desnuda: los felahes que nos acompañaban nos
                 ofrecieron el auxilio de sus manos, y con semejante ayuda descendimos al interior de una
                 oscura caverna. La respiración se hacia muy difícil en su interior, pues el aire se hallaba
                 fuertemente impregnado de un intenso olor á pez y resina; los aposentos de la misma eran
                                     sofocantes, polvorientos y poco ventilados: las antorchas des-
                                     pedían una luz amortiguada y vacilante y el pié tropezaba en
                                     cuerpos extraños.
                                       Nos hallábamos en la célebre catacumba de los cocodrilos
                                     de Maabde. Estábamos como sumergidos en un monton de
                                     inmundicias, de esqueletos de animales, de osamentas,  de
                                    fajas de momias hechas pedazos, de fragmentos de pez. Aquí
                                    reconocíamos los desmesurados cuerpos de  cocodrilos em-
                                    balsamados; allí momias humanas; más allá pedazos de oro
                                    brillante aún, que nuestro pié acababa de poner al descubierto
                                    en medio del polvo en que yacía enterrado, y contra  el cual,
                                    en distintas direcciones,  reflejábase la luz de nuestras antor-
                                    chas. ¿Nos encontrábamos acaso en la caverna de un mago,
                                    cuyos  tesoros estaban confiados  á monstruos espantables?
                  COCODRILO COLGADO SOBRE LA PUERTA
                        DE UNA CASA  Inclinémonos , y pudimos descubrir numerosos cráneos cu-
                 biertos de una capa de oro nada tenue, y brazos y piernas de antiguos  egipcios que  se
                 hicieron enterrar en la caverna de los cocodrilos sabe Dios por qué. ¿Han sido acaso dichas
                 momias sepultadas por sus descendientes en esta caverna de difícil acceso, y rodeada de un
                 terror religioso, con ánimo de ponerlas á cubierto de toda profanación en tiempos borras-
                 cosos y difíciles? El animal consagrado á Seth-Typhon ¿habia merecido un culto particular,
                 había sido alimentado cuidadosamente en vida, y sepultado sin reparar en gastos, después de
                 muerto, en esta mansión de los vientos peligrosos? Como cuanto existe en la naturaleza de
                 repulsivo y destructor, pertenecen á Typhon la aridez y  la tempestad, y sabemos que en
                 varias comarcas de Egipto se tributaban los honores debidos á los animales sagrados,  al
                 saurio voraz y gigantesco. Al presente apénas si se encuentra un cocodrilo en las cercanías
                 de esta caverna; mas no hace mucho tiempo podían contemplarse algunos de dichos animales
                 al pié de Abu-Foda. Los buques de vapor los empujan paulatinamente hácia el Sur; pero esto
                 no obstante, en 18/1, sin ir más lejos, el conde de Ducie cogió en estos mismos lugares uno
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