Page 213 - Egipto TOMO 2
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                                         HASTA TEBAS
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                 v víx ciún en nuestro, memoria, que no sobemos fijar lo otencion en lo& ciudadanos, los lobiie
                 gos, los beduinos y los vendedores que nos inviton poro que penetremos en el interior de sus
                 diminutos tiendas. en los euoles podemos encontror variedad inmenso de objetos lindísimos,
                 especiolmente bordodos sobre  tofilete y  terciopelo fobricodos en lo poblocion.  Poi nuestro
                 porte sólo lo"romos apartarnos de lo tentocion fijondonos en los nue\os construcciones que
                 otroen nuestros miradas, y en ciertos patios de amplitud y riqueza sorprendentes, sobre
                 todo cuando se comparan con  la miserable fachada de  ladrillos que tiene en la calle  la
                 casa de que forman parte. Penetramos en un baño de buena apariencia con  el objeto de
                 hacernos refrigerar á fuerza de malos tratamientos, como es de cajón en  tales  edificios;
                 seguimos un entierro que llena toda la calle, y salimos con  él de  la ciudad para  isitar el
                 cementerio árabe, perfectamente cuidado y  lleno materialmente de graciosas cúpulas,  y
                 después de él las antiguas sepulturas de la cadena líbica. Procuramos moderar el ágil paso
                                            hallándonos en un espacioso camino, cuidamos
                 de nuestra cabalgadura, y ya en el campo, y
                 de mantenernos junto al fúnebre acompañamiento; pues la verdad es que en cuanto hemos
                 visto en todos los países orientales, no recordamos haber oido más tiernas y dulces lamenta-
                 ciones, ni voces de bajo más llenas y profundas.
                   Al cabo nos hemos separado del cortejo y empezado á trepar á la colina que sirve de
                 necrópolis á los habitantes de la pagana Siut. Hace más de cuatro mil años existia una Siut,
                 que  tal es, ó Saiut,  el nombre de la ciudad que acabamos de dejar, y en la cual sólo se
                 encuentran miserables é insignificantes restos de los tiempos antiguos.  Sábese esto, sin que
                 pueda caber  la duda más insignificante, por las inscripciones de las grutas á que nos
                 dirigimos, que datan de los de la décimatercia dinastía. Cuando fueron abiertas en la roca
                 calcárea, poco tiempo después de la caída de los faraones que servían los gobiernos de los
                 nomos, para quienes fueron dispuestos los sepulcros de Beni-Hassan, Siut era una de las
                 ciudades más importantes del imperio; mas según lo que se consigna en esas criptas que nos
                 disponemos á visitar, fueron labradas poco tiempo ántes de que se iniciara su rápida ruina.
                 El plan es majestuoso, espléndido; pero no hay una sola cuya construcción pase de la mitad
                 de lo que debió ser.  Superficies admirablemente pulimentadas y cubiertas de inscripciones
                 cinceladas cuidadosamente, hállanse interrumpidas por numerosas lagunas constituidas por
                 la roca virgen que forma  el techo y paredes. Los nichos ú hornacinas destinados á las
                 momias, á las estatuas, y á los objetos que se presentaban en calidad de ofrenda, hace ya
                 mucho tiempo fueron saqueados, habiendo posteriormente padecido no poco durante  la
                 dominación de los mamelucos. Al realizarse la invasión de los Hyksos, los magnates huyeron
                 hácia el Sur, siguiendo á los príncipes de la décimacuarta dinastía, habiéndoles impedido
                 los cuidados personales que atendieran á la terminación de los sepulcros destinados á guardar
                 los restos de sus padres y los suyos propios. Los árabes han dado nombres particulares
                 á estas sepulturas: á  la mayor  la distinguen bajo el nombre de Establo de Antar; la que
                 sigue inmediatamente á la misma se llama  el Baño. Antar es el Sigefredo ó el Rolando
                 de la leyenda árabe;  el que venció á los héroes y á los genios:  si los egipcios contem-
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