Page 216 - Egipto TOMO 2
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218                    HASTA TEBAS
                   El cónsul á quien visitamos, nos acompañó hasta dejarnos en la dahabijeh, y nos habló
                 de la suma considerable que reditúan los bosques de palmeras y las tierras y jardines que
                 rodean  la ciudad;  creímosle, siquiera nos dejara sorprendidos  la  noticia, pues sabemos
                 la renta que producen en este país los campos bien cultivados.
                   Poco tiempo después de haber dejado el puerto de el-Homrci cesó el viento, de manera que
                 fué indispensable cargar la vela, no quedando á los marineros más remedio que entregarse
                 á la penosa tarea de halar la embarcación en sentido opuesto  á, la corriente. Desembar-
                 camos, y con  tal motivo fijémonos más detenidamente en la fresca y abundante vegetación
                 que cubre el suelo en toda la extensión que alcanza la mirada; en  la lozanía de las mieses;
                 en  la habilidad  de los felahes que se ocupan en las norias de arcaduces; en  la manera





















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                cómo están dispuestos los riegos y  los trabajos hidráulicos en las fincas de los grandes
                propietarios; en el risueño aspecto de las aldeas, que desde lejos podrían tomarse por grandes
                palomares, ó por templos adornados de torres cuadradas como las que veremos en Tebas,
                á las cuales debió su nombre de Ciudad de las cien puertas.
                  Xos hallábamos en los primeros dias de diciembre y  la gente estaba ocupada en  la
                recolección del durrah, el más importante de los cereales del Egipto: numerosas bandadas de
                palomas volaban en derredor de los palomares que dominan las habitaciones de los felahes,
                pasando como densas nubes al través de la atmósfera iluminada por los rayos  del  sol, y
                dejándose caer sobre los campos para buscar en ellos su alimento en los granos que cubren
                el suelo.  El  felah  las sostiene en número prodigioso para aprovechar la palomina como
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