Page 226 - Egipto TOMO 2
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J ,



                                         HASTA TEBAS
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                 morada al célebre anacoreta, es indudable que los primeros monasterios no fueron fundados
                 sino  al cabo de muchos siglos después de la muerte de Antonio. Por lo que se refiere á
                 Paulo, las investigaciones de la crítica han demostrado que si puede ocupar un lugar en la
                 leyenda, no puede decirse otro tanto respecto del terreno de la historia. Sea como quiera, lo
                 mismo  el uno que  el otro, pueden dichos conventos, que hace poco tiempo ha visitado y
                 descrito minuciosamente  el viajero Schweinfurth  estar completamente satisfechos de  la
                                                ,
                 resistencia que, como otros muchos de los situados en los confines del valle del Nilo, han
                 opuesto constantemente á los poderosos ataques que contra los mismos se han dirigido, y
                 de los cuales han salido vencedores. No hay uno solo que no tenga su almenado muro, y
                 formidable castillo (kasr rodeados de honda cava, en los cuales con frecuencia han debido
                 hacerse fuertes los ruhban, ó monjes coptos *, para rechazar los salteadores Blemmyes, ó
                 defenderse de las acometidas de bandas, compuestas de gente  levantisca,  enviadas por
                 señores intolerantes, movidos por el deseo de apoderarse de sus pacíficas viviendas. Los
                 conventos situados en el interior del valle llevaron una existencia ménos trabajosa. Hubo un
                 tiempo, á principios  del siglo v, en que  la comarca que debemos  recorrer,  sobre 'todo
                 entre Girge y KenefT, contaba con una población de monjes y anacoretas tan numerosa, que
                 el dia de Pentecostés, sólo en Tabenua llegaron á reunirse hasta cincuenta mil. El número
                 de monjes en todo el Egipto no bajaba de cien mil, de los cuales unos habitaban en ermitas
                 aisladas; otros en lauros  especie de calles formadas por celdas, ocupada cada una por un
                 anacoreta; otros en monasterios, ó cenobios, es decir, en edificios de vastas dimensiones, en
                 los  cuales  se  encerraban  los que pre ferian  vivir en comunidad. Habíalos también que
                 preferían la condición de remoboth, y éstos marchaban á la ventura en grupos de dos ó tres,
                 bien que llevando siempre la vida austera y llena de privaciones propia de los cenobitas. Del
                 cenobitismo se  1ra dicho que es  la última manifestación del espíritu egipcio de verdadero
                 interés para la historia del mundo, y según parece, se han encontrado sus primeros funda-
                 mentos en las celdas de los penitentes del tiempo de Serapio mas puede muy bien asegurarse
                                                      ;
                 que como no se hubiesen reanimado al calor del sol del cristianismo, de  fijo sólo habrían
                 producido árboles  estériles ó por lo ménos cargados de frutos insípidos.  Convenimos en
                 que hay no poca exageración en lo que se nos refiere de Paulo, de Antonio, de Hilario, de
                 los dos Macarios, de Arsenio, de Anrmon y de otros muchos, y que en  la lucha contra  el
                 enemigo común, que cada uno sostenía en el fondo de su pecho, debe reconocerse algo de la
                                                                      mucho
                 alucinación del visionario, bastante de pretenciosa confianza en la propia fuerza y
                 de vanidad  injustificada; mas no cabe desconocer  lo elevado de  los sentimientos  á que
                 obedecían, muy en armonía, por otra parte, con el mundo de entonces, y la época en que
                 tales sucesos se realizaban.  Si en esas naturalezas de hierro  que,  léjos  del mundo, y
                                            el dolor, se proponían sostener tremendos com-
                 teniendo por único auxilio la necesidad y
                 bates  , puesta la mente en la felicidad eterna, sólo quieren verse fanáticos estúpidos;  si se
                   1 En el singular raib.
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