Page 393 - Egipto TOMO 2
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                 ser verdaderamente  indescriptible. En  la actualidad,  si  quiere  disfrutarse de algo que
                 siquiera de lejos se parezca á esto, es indispensable, en primer lugar, hacer un gran esfuerzo
                 de imaginación, y después meterse en un buque en el Xilo, y dirigir la mirada háeia Oriente
                 al ponerse el sol. En esta hora, y merced á la manera como hieren el edificio los raeos de
                 luz, las columnas y las paredes se bañan de matices de una dulzura indescriptible; la húmeda
                 brisa de la tarde y el tenue velo del crepúsculo flotan en derredor del gigante poderoso, v disi-
                 mulan los desconchados, las ruinas y los remiendos con que le deshonra la vida precaria de
                 la raza miserable que en sus entrañas se cobija. Y sin embargo, existe cierto encanto en la
                 observación de lo que resulta de este huevo de abubilla depuesto en el nido abandonado del






















                                      IGLESIA EN EL TEMPLO DE LUQSOR
                 águila, porque cuanto caracteriza una pequeña población del Egipto moderno, encuéntrase
                 reunido entre las columnas y las pilastras, las altas torres y  los muros ricamente esculpidos
                 del Egipto antiguo.  ¡Cuántas veces desde la casa de Mustafá Agá, construida en medio del
                 templo, hemos contemplado, no sin una especie de fruición, los dioses paganos pintados en
                 los muros de Luqsor, sus pilares y sus columnas; á las gentes de la aldea que á prima noche
                 se congregan frecuentemente para asistir á la lectura del Coran; sorprendido á los muchachos
                 que en presencia de una imágen de la verdad, elaboran con sus navajillas, contrahechos
                 escarabeos; encontrado cabras y corderos, perros y aves en  los lugares más santos,  y
                 chicuelos v rapazas jugando en aquellos aposentos en los cuales ni aún los mismos iniciados
                 podían penetrar! El barro y el polvo manchan la pura morada de la divinidad, cuya imágen
                 contempla su cuerpo convertido en guardián de un horno para empollar huevos, construido
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