Page 411 - Egipto TOMO 2
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patio inmenso, y dos pileos enormes, delante de los cuales estableció sus colosos, y dos
obeliscos, habiendo uno de ellos alcanzado gran celebridad, pues no es otro que el que
adorna actualmente la plaza de la Concordia en París. También conmemoró Ramsés en este
sitio las victorias que alcanzara sobre los chetas: los muros de los grandes pileos de Luqsor
se hallan materialmente cubiertos de escenas de batallas y de campamento, semejantes á las
el poema de Pentaur fué trazado igualmente en ellos, bien que en un sitio
del Rameseum, y
hoy desgraciadamente inaccesible. En la parte Sur de la gran sala hipóstila de Karnak se ha
descubierto, empotrada en el muro, una gran estela que contiene el tratado de paz, mediante
el cual concluyeron las guerras de Ramsés II contra los chetas, siendo testimonio elocuen-
tísimo del grado de civilización á que llegara el Estado asiático, y de la envidiable organi-
zación política que distinguía los pueblos á que se refiere. Para estrechar la alianza
establecida con el Egipto, el rey de los chetas, Chetasar, dió á Ramsés II, para que le hiciera
su esposa, á su hija, con lo cual el más grande de los Faraones pudo pasar la última mitad
momentánea-
de su reinado de sesenta y siete años, disfrutando una paz que sólo ligera y
mente llegó á verse interrumpida.
Ya hemos dicho lo que como constructor hizo Ramsés II, aun fuera de Tébas: vamos
ahora á fijarnos en una de sus obras que merece singular atención. Nos referimos al templo
abierto en el peñasco de Abu Simbel, cerca de la segunda catarata, sobre la ribera izquierda
del Nilo. Este santuario sin igual fué tallado completamente en el asperón rojo ferruginoso
de una montaña de la Nubia. Esculpiendo y abriendo la roca, se procuró alcanzar un
resultado semejante al que por medio de la construcción se obtuvo en Karnak: el éxito fué
mayor aún; tanto que es imposible olvide el efecto experimentado, todo aquel que haya
logrado contemplar la fachada del templo de Abu Simbel. Sí, por mucho que sea lo que
hasta el mismo viajero que
haya visto, jamás encontrará espectáculo semejante ó parecido, y
se juzgue encantado por los grandiosos espectáculos que le haya ofrecido la contemplación
de estas comarcas, puede estar seguro de que le esperan nuevas maravillas en las salas
subterráneas de este santuario sin igual. Su frente mira al rio, y se halla cortado á talus
como el muro de una fortaleza: en su centro se abre la puerta principal que preceden seis
colosos de mayores dimensiones que los de Memnon, los cuales se hallan cortados también
en la peña viva y representan á Ramsés II sentado, teniendo á su lado á su esposa
Nefert-ari, y entre sus piés, á sus hijos, labrados de muy pequeñas dimensiones. El arte
y el cuidado con que se hallan tratadas esas gigantescas figuras, lo mismo en el conjunto
que en los detalles, son verdaderamente maravillosos; pues nada hay que tachar en ello,
siendo en cambio dignas de encomio la soberana dignidad, mezclada de paternal dulzura,
que resplandece en los rostros del rey y de su esposa. Pero el entusiasmo crece y la
admiración aumenta cuando después de haber logrado arrancarse al encanto que encierra
la contemplación de tales estatuas, se penetra en el interior del templo. Ofrécense entonces
á la mirada tres vastas salas, á lo largo de las paredes de la primera de las cuales \ense
sentadas en tronos grandes estatuas de Osíris, y además de ellas, otros diez aposentos