Page 422 - Egipto TOMO 2
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debida á un testigo ocular, creemos que en el cortejo del rey debe sustituirse la escolta por un
centenar de hombres, en vez de uno solo empleado para indicar que la habia. Es un hecho
verdaderamente digno de llamar la atención, el de los habitantes de la necrópolis fieles á la
costumbre de reunirse en este templo consagrado á las fiestas, siempre y cuando se trata de
asistir á un espectáculo. Indudablemente Ramsés III fué de todos los Faraones el que más
amó el lujo, y acaso también el que poseyó mayores riquezas. ¿Quién ignora la historia tan
ingeniosamente referida por Herodoto del tesoro de Rhampsinit y del astuto hijo del arqui-
tecto? A la izquierda de las columnas truncadas, en la sala hipóstila del templo de Medinet
Habu (VI), existen cuatro aposentos que se comunican entre sí (3 y 4), en los cuales se
guardaban, así por lo ménos lo dicen las inscripciones, los presentes más que reales, que ese
príncipe liberal habia consagrado á Amon en su memnonium; no siendo ménos importantes,
según expresa el papiro de Harris , los magníficos dones que con mano pródiga otorgó á los
templos de Memphis y Heliópolis, del mismo modo que al santuario nacional de Karnak.
Aumentó las construcciones de éste por medio de un pequeño templo situado al Oeste de la
gran sala hipóstila (I) y de otro de mayores dimensiones que consagró al dios Chunsu, que
seria objeto de admiración y alabanza, á no hallarse empequeñecido por las grandes y gigan-
tescas construcciones de Karnak. Merced á la guerra proporcionóse Ramsés III en parte las
sumas necesarias para llevar á cabo esos gastos considerables : otra parte la obtuvo por medio
de la explotación de las minas y de las empresas mercantiles, puesto que sus buques, como
los de la reina Hatasu, aportaron hasta las lejanas playas del Océano índico, ricas en especias
y en preciosos productos. Durante treinta y dos años ciñó la diadema de los Faraones, y en
el decurso de los últimos, en los cuales se vio libre de los cuidados de la guerra, consagróse
al fomento de la prosperidad interior del valle del Kilo, haciendo grandes plantaciones de
arbolado — beneficio al cual se mostraron sus súbditos altamente reconocidos , con el
,
objeto de que pudieran disfrutar de fresca sombra. El renombre de su riqueza sobie\-i\ió al
de sus altos hechos ; pero esta circunstancia, es decir, los pingües tesoros de que disponía,
él como sus sucesores dieran al ol\ido las se\eras costumbres de
fueron parte para que así
sus predecesores. Rodeado de un numeroso harem en cuyo seno se uidian tenible» conjura
ciones, á las cuales sucumbió al cabo, asoció á su hijo á lo» cuidados del gobierno, y
convertido en instrumento de los sacerdotes, cayó en el más gro&eio embi utecimiento, objeto
de las burlas de sus contemporáneos. Viviendo aún, habia ya pasado á los templos la mayor
parte de sus riquezas, con lo cual el poder sacerdotal no tardó en sobreponerse á la autoridad
del soberano, no quedando más recurso á sus descendientes, que llevaron como él el nombre
de Ramsés, que ceder la corona de Egipto al gran sacerdote del templo de Amon. A este
monarca, verdaderamente grande, sucedió una raza innoble de la cual apénas si resta otra
cosa que algunas construcciones de pacotilla, levantadas en el templo de Chunsu, que forma
de los sepulcros.
parte del santuario nacional y
Para trasladarse al célebre valle de las Tumbas reales desde Medinet Habu, es indispen-
El nombre con que se conoce en el día el expresado sitio es el de
sable una larga caminata.